Es una fecha que sin duda hay que recordar ya que celebra el Día Internacional de los Trabajadores, es un buen momento para reflexionar si se debe celebrar o luchar. Seguramente, muchas personas festejaron en esa jornada, tal vez con todo su derecho, pero otras muchas trabajaron; todo esto debido a cómo se encuentra actualmente la economía y la situación laboral de los bolivianos, dónde la informalidad y la baja calidad del empleo dominan el contexto actual de los mismos.
Dado este escenario, seguramente este año hubo más gente trabajando que festejando, no pueden darse el lujo de despilfarros, en un contexto dónde los ingresos son reducidos e inseguros y los gastos tienden a crecer, lo que significa una perdida continua del poder adquisitivo de su dinero. Aunque el Gobierno indique que tenemos una de las inflaciones más bajas del mundo (-0,22% en marzo 2023), la realidad en los mercados y ferias es otra ¿Quién va a comprar donde su casera con el último dato del Índice de Precios al Consumidor (IPC) del INE?
Hay que recordar que por la pandemia, en América Latina y el Caribe, de acuerdo con estudios de la OIT y la Cepal, se han perdido más de 49 millones de fuentes de trabajo; en Bolivia se ha estimado la pérdida de un aproximado de más de un millón de empleos debido al mismo fenómeno. La tasa de desocupación en 2020 ascendió a cerca del 9% de la población económicamente activa en la región y en nuestro país superó el 11%. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) también informó que el 2022 en Bolivia, el 80% de las personas trabaja en la informalidad. El 87% de estas personas son mujeres y, de este porcentaje, 4 de cada 10 desempeñan sus actividades por cuenta propia.
Según los últimos datos del INE, a febrero 2023, en Bolivia existe una población económicamente activa (PEA) de 6.741.642 personas, de las cuales un 3,44% están desocupadas; de esta PEA total, el 32% se encuentran en el área rural y el 68% en el área urbana del país, de esta última, 53% son hombres y 47% son mujeres. Además, en el área urbana, la tasa de desempleo en los hombres es del 2,25% y de las mujeres del 2,82%. Con base en esas cifras hay muchos fenómenos que se pueden explicar, sobre todo la desigualdad en las condiciones laborales por área, por género, edad, y otros aspectos, que, si bien estaban en proceso de mejorar, fueron totalmente barridos durante la pandemia.
Después de saber que aproximadamente, de cada 10 trabajadores solo 2 son parte de la economía formal, hay lugar para preguntarse, en realidad ¿a quién beneficia este último incremento salarial? Una respuesta rápida es: a muy pocos. Hace unos días, entre el Gobierno y la COB, llegaron al acuerdo de subir al haber básico en un 3% y al salario mínimo nacional en un 5%; esto a pesar de que la gestión 2022 se tuvo una inflación acumulada del 3,12% y un crecimiento económico del 4%, según el Gobierno.
Según la ciencia económica, solo se debe subir el salario nominal (sueldo) en la misma proporción que la inflación para mantener el poder adquisitivo del mismo, es decir, en nuestro caso, con un 3,12% era suficiente; pero seamos realistas, nuestra inflación está “desinflada” por las subvenciones, el tipo de cambio y el contrabando, a pesar de ello, se estima que la capacidad de compra de las familias ha caído en cerca del 50% durante el último año debido a la elevación continua de los precios de la canasta familiar, incluida los productos “no legales”.
Un dato curioso, producto de un breve estudio que hicimos, desde 2010 hasta 2023, en estos 14 años, solo en 2010 el incremento al salario mínimo nacional (5%) estuvo por debajo de la inflación acumulada del país (7,18%), el resto de las gestiones, incluida la actual, los aumentos estuvieron siempre por encima. Otro dato: del 2010 al 2023, el salario mínimo nacional creció en un 247%, actualmente está en el top 10 a nivel de América Latina.
Entonces, se puede observar que esta “medida laboral” más está en función de la política que de la economía, a pesar de que estamos con un déficit fiscal sostenido desde 2014, donde los elevados gastos corrientes son el pan de cada día; este año, se tiene presupuestado más de Bs. 47 mil millones en pago de sueldos y salarios, mismo que subirá más dado estos últimos incrementos, que no incluyen los gastos adicionales que conllevan los mismos.
Así es pertinente preguntarse si el Primero de Mayo se debe solo festejar o pelear por más derechos e igualdades para los trabajadores. La lucha por un mejor trabajo aún no ha terminado, y menos aún para que el mismo, en el menor tiempo posible, se convierta en un empleo. Un empleo formal, donde se gane el salario mínimo, se tenga un contrato, cobertura médica, seguro social, estabilidad laboral, equidad de género, y otros beneficios, en resumen, un empleo de calidad.
Pero al parecer el único que garantiza eso, de cierta forma, es el sector privado, mismo que una vez más fue dejado a un lado en la negociación, y que ahora le será más difícil seguir manteniendo o generando empleos formales y de calidad para los trabajadores del país.
El autor es presidente del Colegio Departamental de Economistas de Tarija