el fascismo, como forma y estilo de gobierno, surge en los inicios de la tercera década del siglo XX. Primero en Italia, con Benito Mussolini. Luego en Alemania con Adolfo Hitler y en España con Francisco Franco. En principio, su irrupción estuvo motivada para frenar la expansión de la revolución bolchevique en Europa, que propugnaba la “dictadura del proletariado”.
Como estilo violento de gobierno se caracterizó por la presencia de un líder supremo de esencia nacionalista. Las libertades democráticas son abolidas y se persigue con violencia, sin limitaciones éticas o legales al que piensa distinto, a quien se cataloga como enemigo del pueblo. Son dictaduras, aunque no necesariamente militares, que implementan el sistema de partido único. No se tolera la existencia de disidencias. Estas son perseguidas sistemáticamente por los aparatos del Estado.
En esta forma violenta de gobierno, se observa también la construcción de alianzas, instrumentales, entre el Estado y los distintos sindicatos. Sus dirigentes son absorbidos y cooptados por el régimen. Incluso, a través de ellos, organizan las famosas “milicias armadas”. Es decir, civiles armados organizados para proteger al régimen cuando las circunstancias lo requieran.
A esta forma y estilo de gobernar en alianza con los sindicatos se conoce, desde la ciencia política, como corporativismo. Este estilo se convertirá luego en una eficiente estrategia para mantenerse y reproducirse en el poder. El Estado —y detrás de él, el líder y sus grupos de poder—, mediante la estrategia corporativa controla y manipula a las diferentes organizaciones de la sociedad civil. Los que están detrás del Estado, organizan un sistema de representación de intereses para vincularlos como “demandas” de los “movimientos sociales”. Aquí, el Estado tiene el monopolio de autorizar y reconocer a estos grupos. Los que verdaderamente “valen”, son los reconocidos por el Estado. En este intercambio de apoyos y estabilidad, la estructura de la toma de decisiones del Estado se vincula fuertemente con estos grupos, mejor dicho, con estos sindicatos En los hechos, estos movimientos sociales —ya totalmente prostituidos—, por la lógica de su accionar, son esencialmente sindicatos.
En términos de resultados, en la dirección de mantenerse y reproducirse en el poder, el corporativismo es una estrategia altamente eficiente. Por citar un solo ejemplo, el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en México estuvo en el gobierno por más de 70 años.
En Bolivia, el estilo corporativista fue replicado, en primera instancia, por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) entre los años 50 y 60. El MNR, para conseguir estabilidad política y reproducirse en el poder, estableció alianzas, bajo esta lógica corporativa, con la Central Obrera Boliviana (COB) y el movimiento campesino, cooptando a sus dirigentes con cargos de primer orden en el Ejecutivo y Legislativo. Por ello, precisamente, en esa época, se hablaba de una dualidad del poder. Del poder compartido entre los políticos de turno del MNR y los dirigentes de la COB. La lógica corporativa le concedió un enorme poder a la COB. Ellos podían “tumbar”, con solo declarar huelga general indefinida, a cualquier Gobierno.
Luego, desde 2006, la estrategia corporativa es intensamente utilizada por el Movimiento al Socialismo (MAS). En esa lógica, ha cooptado a todos los dirigentes de los sindicatos de los movimientos sociales. En este neocorporativismo de base ancha tenemos la presencia de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia, la Federación Sindical de Mujeres Campesinas de Bolivia Bartolina Sisa, la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia, el Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu, la Federación Nacional de Cooperativas Mineras de Bolivia, la COB y las Federaciones de Cocaleros del trópico de Cochabamba.
Con estos sindicatos —ya no los denominare movimientos sociales— el régimen masista, bajo la lógica corporativa, ha cuoteado el aparato del Estado. Ministerios estratégicos y otras reparticiones de fundamental importancia están bajo el control de esos sindicatos. Incluso el servicio exterior. Las “organizaciones”, entonces, habrían perdido su esencia, convirtiéndose en agencias de pegas y espacios de poder. Todos los cargos deben contar con su aval. Es el “gobierno de los sindicatos”.
Tenemos, entonces, un Estado pervertido por el corporativismo. Tomado por los sindicatos y sus intereses, donde la población en su conjunto queda expuesta a la voluntad de estos sindicatos. Y, lo que es peor, estos sindicatos han adquirido hoy características fascistas. La conducta de la Federación de Cooperativistas Mineros, en La Paz, es la demostración fehaciente.