Los bloqueos desangran la economía de un país. Yo bloqueo, tu bloqueas, ellos bloquean, nosotros bloqueamos. Mi bloqueo es el bueno porque defiende lo que yo considero causas justas. No, el mío es mejor porque se sintoniza con lo que el pueblo quiere. Esta práctica es abusada tanto por el poder como por grupos corporativos y romantizada por el populismo de izquierda y derecha. El bloqueo, en realidad, debería ser considerado como un delito, un atentado a los derechos de los demás, un arma de destrucción masiva del tejido productivo.
El conflicto social hace parte de una sociedad democrática. La protesta es una acción legitima y legal en la medida en que no vulnere el derecho de los otros. Los espacios legislativos, a nivel nacional o local, son las instituciones donde se deberían canalizar y resolver los conflictos sociales y políticos. Las negociaciones colectivas tripartitas (Estado, sector privado y trabajadores) son otros mecanismos institucionales para resolver conflictos. En algunos casos, el conflicto se va a las calles en forma de marchas de protestas, concentraciones, huelgas y otro tipo de manifestaciones, pero respetando el derecho del resto de la sociedad. Las democracias modernas resuelven sus conflictos a través de medios institucionales. El bloqueo es el fracaso de la política.
Los políticos toleran y muchas veces promueven, con cinismo, los bloqueos de caminos o ciudades cuando los benefician. Evo Morales es un bloqueador consuetudinario. Es su forma permanente de mantenerse vigente en la disputa por el poder. Grupos corporativos y otras organizaciones sociales, nacionales y locales, utilizan los bloqueos para chantajear al Estado y al resto de la sociedad. Ninguna causa ni buena ni mala debería justificar un bloqueo. La protesta social debería ser hecha sin afectar a la comunidad.
Los bloqueos, en la academia y el imaginario político, se justifican como una forma de protesta social y obtención de beneficios. Sería una forma de la democracia directa y estaría en el ADN de la forma de hacer política en Bolivia. El bloqueo de caminos o el cerco a las ciudades se alimentaría de la memoria larga de la historia. Se recuerdan los cercos indígenas a La Paz en la colonia. En otros casos, se dice que los bloqueos provienen de la memoria corta. Se rememoran los bloqueos de los años setenta y ochenta que ayudaron a la recuperación de la democracia. Se tratan de actos violentos que, en nombre de una causa, se la presenta como justa, pero provoca un daño económico y social muy grande.
Bloquea la izquierda, bloquea el Gobierno, bloquea la oposición, bloquea la derecha. Bloquean los sindicatos, las regiones. Bloquea todo aquel que cree que su derecho grupal o individual es superior el derecho de los demás. Un bloqueo tiene un lado activo, que es justamente que corta carreteras, pero también uno pasivo: un Gobierno que no hace absolutamente nada para defender los derechos del conjunto. Morales y su guardia pretoriana de cocaleros popularizaron el bloqueo. Controlan una parte neurálgica del país, lo que potencia su eficacia. Son una minoría efectiva debido al control geopolítico del territorio y la ausencia del Estado. En otras regiones de país, grupos corporativos y comités cívicos también abusan de los bloqueos en las ciudades.
Según el Observatorio y Análisis de Conflictos Sociales en Bolivia del Centro de Estudios de la Realidad Económica y Social (Ceres), en el periodo 1970–2010, se registraron 13.897 conflictos, muchos de estos con bloqueo de caminos.
En 40 años de historia económica y social, prácticamente, se registró un conflicto por día; este resultado sale de dividir los 13.897 conflictos entre 40 años, lo que deriva en 347 huelgas o paros por año, es decir, cada día alguien, en todo este tiempo, estaba protestando con buenas o malas razones.
Supongamos de manera muy conservadora que sólo el 5% de estos conflictos sociales (redondeado 14.000) implicó la paralización de un día con bloqueos de caminos o ciudades. Modestamente, aceptemos que perdimos 700 días en 40 décadas y si esto lo multiplicamos por 75 millones de dólares, la cifra denunciada por el Gobierno de pérdida por bloqueos equivale 52.500.000.000 de dólares de hoy. Una cifra de 11 dígitos. O sea, perdimos, por bloqueos, un poco más del tamaño del producto interno bruto (PIB) actual. En los 12 días de bloqueos del MAS contra el MAS perdimos como 909 millones de dólares. Este es el arte de bloquear, quemar dinero y tirar por la borda a la economía.
Ahora, se levanta el bloqueo de caminos. Comienza la construcción de la narrativa de los triunfos y la romantización de estos actos violentos. El evismo dirá que doblegó al arcismo y que fue una victoria del pueblo. El MAS de Arce repetirá que derrotó a los cocaleros y Evo por cansancio y que éste es el verdadero triunfo del pueblo.
El país, después de la humareda política y el bloqueo, seguirá en la economía donde no hay diésel, gasolina o dólares, eso sí, mucho más pobres por la disputa tóxica por el poder dentro de la canallocracia azul. Y aquí no pasó nada. Hasta el próximo bloqueo, hermanos y compañeros. Hasta la vitoria siempre.
Si llegó a estas alturas de la columna habrá percibido que en ningún momento hablé de la causa que provocó este bloqueo. ¿Eso significa que yo estoy a favor la autoprórroga de los jueces? Por supuesto, que no.
¿O que no apoyo otras legitimas causas sociales? Otra vez, no. Los conflictos y las protestas sociales hacen parte de una sociedad democrática y éstos deben ser resueltos por canales institucionales y legales. Pero, sobre todo, respetando la vida y el derecho del resto de la comunidad que no está directamente involucrada con la reivindicación social o política.
El autor es economista