En un hecho inverosímil, el vocero presidencial de Luis Arce Catacora ha anunciado, previo elaborado análisis, el fin del ciclo del llamado Proceso de cambio que dio origen al Estado Plurinacional y su “modelo comunitario”.
En suma, Jorge Richter ha certificado el fracaso de dicho “modelo” oficializando su estado agónico irreversible. Ha vaticinado la muerte del régimen actual extensivo a las posibilidades electorales tanto de su presidente Arce Catacora, como de su anterior líder partidario Evo Morales, e incluso las pretensiones del tercero en disputa, Andrónico Rodríguez.
Aunque el vocero presidencial firma personalmente el artículo-análisis titulado “Final de ciclo”, sorprende que esto no hubiera sido precedido por su renuncia al cargo o a su dimisión posterior.
¿Es este un globo de ensayo para provocar la reacción del masismo y enmendar errores? De su lectura podemos colegir que no es así. Richter desahucia al enfermo, anuncia su estado agónico y predice su muerte. Nada menos.
Considero que lo que ha fulminado al modelo de cambio es la falta de cambio en el modelo. El “litmus test” de un sistema político democrático se encuentra en la circulación y alternabilidad en el poder de las élites conforme a la representación política temporal de la sociedad. Para ello es esencial la renovación o cambio de mandato en forma regular y predecible, mediante elecciones limpias. El MAS no califica. En dictaduras, el cambio de liderazgo se da frecuentemente a través de la muerte del déspota, ya sea natural como la de Hugo Chávez o provocada como la de Rafael Leónidas Trujillo. Evo Morales tampoco califica, sigue testarudamente vivo y reclamando lo que considera suyo, aun a costa del derrumbe de su proyecto político. Pero ¿es realmente “suyo” el proyecto?
La caída y huida de Morales en noviembre de 2019 develó la debilidad intrínseca del líder y su movimiento, que en una primera instancia no sólo lo abandonó “sugiriéndole” su renuncia, sino que prematura y brevemente se plegó al insipiente nuevo y fugaz liderazgo del opositor Luis Fernando Camacho.
La Revolución de las Pititas los dejó heridos de muerte y profundamente divididos. Y el fracaso de su política económica ha terminado por destruir lo que hubiera sido su “renovación” con Arce Catacora.
Todo lo anterior debe tener muy contrariados a sus amanuenses, los cubanos. Los andinos resultaron más inmanejables de lo que los caribeños imaginaban, si bien ya han alcanzado un alto grado de pauperización de Bolivia mediante la extracción inclemente de sus recursos naturales, la producción de cocaína y la succión de recursos frescos, a través de contratos “truchos” con altísimos sobreprecios.
Los cubanos y sus patrones rusos, chinos e iraníes no deben estar muy resignados a perder Bolivia de la que “chupan” como parásitos la savia para ellos sobrevivir. Consecuentemente, se han dado a la tarea de cooptar a ciertos dirigentes opositores bolivianos creando una oposición propia en la cual caer amortiguadamente, que les garantice una vida cómoda e impune hasta retornar más adelante.
Ese es el verdadero mensaje del vocero presidencial, mientras su representado ya irrumpe en llanto ante su gabinete y finalmente reconoce públicamente que “no hay plata”. Y por si acaso ya ponen en marcha el proyecto “opositor”, cómplice y funcional, a manera de seguro de vida.
Pero los viejos decían que no se debe confiar en el llanto del enemigo ni en la cojera de un perro. Pareciera que el anuncio “presidencial” llegó directamente desde Cuba, sin el filtro de Arce Catacora, confortado en su cogobierno con la COB, como en tiempos de la Asamblea Popular de Juan José Torres.
¿Es pataleo de ahogado o simulacro distraccioncita?