Personalmente, considero que la Navidad, tal como se celebra en muchos lugares, es una fiesta que puede resultar injusta. No puede ser que mientras unos disfrutan banquetes con pavo, tortas y pan de pascua, otros niños no tengan siquiera un pedazo de pan —aunque sea duro— para comer. Eso, desde mi perspectiva, no puede ser Navidad.
La Navidad no debería limitarse a una fecha en el calendario ni a una cena especial. Navidad es cada vez que extendemos una mano al necesitado, cada vez que actuamos con honestidad, cada vez que compartimos lo poco o mucho que tenemos. Navidad ocurre cuando vemos a nuestros semejantes con amor, cuando respetamos a los ancianos, cuando tratamos con ternura a un animal, cuando un niño viene al mundo y celebramos su vida con esperanza.
La Navidad debería ser sinónimo de paz y caridad todos los días. No de odio, no de indiferencia. No será una verdadera Navidad mientras la conmemoremos solo por una noche y olvidemos sus valores el resto del año.
Vivimos en un mundo lleno de contradicciones. Mientras algunos disfrutan de fiestas, otros padecen hambre, abandono y violencia. En nuestro propio país, los más vulnerables son las víctimas de estas desigualdades. No podemos cerrar los ojos a las realidades que nos rodean: más de 70 feminicidios este año han dejado a 42 niños huérfanos, y en el lugar donde nació esta festividad, la violencia y el sufrimiento se llevan vidas inocentes cada día.
En medio de tantas guerras, niños que mueren de hambre y ancianos olvidados, la Navidad debe ser un momento de reflexión. Debemos buscar construir un mundo mejor, sin importar razas, colores o religiones. Solo entonces podremos comprender y practicar las palabras que Dios nos dijo: “Amaos los unos a los otros”. En la actualidad tristemente vemos como en Tierra Santa y sus cercanías se viven guerras que no cesan durante años, gente inocente muriendo cada dia. Ahí no hay Navidad.
La Navidad no será verdadera mientras sigamos celebrándola como un acto pasajero. Hagamos un alto, reflexionemos y cuidemos nuestros pensamientos, palabras, emociones y acciones. Transformemos nuestra vida en una constante Navidad, un estado de amor y generosidad permanente. Este será el mejor regalo que podemos dar, no solo a los demás, sino también a nosotros mismos.
Que tu Navidad no sea solo de una noche, ni de un momento fugaz. Que tu Navidad sea eterna, reflejada en cada acto de bondad, en cada sonrisa que regales, en cada corazón que toques.
¡Feliz y eterna Navidad para todos!
El autor es asesor aeronáutico