“Las redes sociales te manipulan a través de algoritmos que controlan tu mente y no te muestran lo que en realidad ocurre”. Esa es una idea que se puso de moda para reforzar la simplona idea de que la gente no tiene inteligencia ni capacidad de cuestionar lo que ve. Es un poderoso discurso instalado desde el surgimiento del cine o la radio y se adecúa para descalificar toda innovación comunicacional. Le sacó el cuero a la televisión y a la industria fonográfica sin contemplación. Se estrelló con aire de intelectualidad contra la internet 2.0 y las redes sociales. Ahora lo hace contra la IA (inteligencia artificial).
En décadas pasadas no se usaba esta palabra. Ahora el algoritmo no sólo está presente en las aplicaciones que utilizamos todos los días para informarnos o tener vida social. Las personas la han incluido en sus repertorios para entender por qué aparecen cosas que no buscan en sus burbujas digitales. Tienen razón. Los algoritmos están programados para aproximar personas y culturas semejantes especialmente por intereses económicos. Son efectivos e invisibles. Pero ya fueron detectados por los internautas.
La idea de la omnipotencia del algoritmo se basa en el supuesto de que los ciudadanos no tienen capacidad de crítica. Una falacia alimentada desde épocas previas a la modernidad europea. Los que sabían más se ubicaron en peldaños superiores de la estratificación social. “Los que saben” comenzaron a asumir de manera comedida y colonial esa diferencia excluyente frente a “los que no saben”.
También comenzaron a calificar y clasificar compasivamente a los “pobres” de conocimiento y a verlos como potenciales seres educables. La palabra “criticidad” se convirtió en la clave para el nuevo ejercicio de poder de unos sobre los otros. Es la que aparece recurrentemente para analizar el comportamiento de los jóvenes y también adultos frente al mundo digital.
No es verdad que los algoritmos pueden controlar la mente de los usuarios de redes sociales. Está demostrado que la viralización no ocurre sin la inteligencia natural y la voluntad de las personas. No es lo mismo acriticidad que desinformación. Vivimos en un país estructural y deliberadamente desinformado por los poderes políticos y económicos. Los ciudadanos se dan modos para encontrar datos veraces.
Las arquitecturas digitales de control de conciencias parecen perfeccionarse y mejorar sus estrategias de manipulación de conciencias. Pero los usuarios también desarrollan destrezas de resistencia y cuestionamiento. Inventan formas alternativas de organización y rebelión colectiva. Alteran las narrativas y desafían los sistemas de poder.
Un pueblo dominado no podría articular su descontento sin tener criticidad. Para ello también utilizan a su favor las plataformas digitales con todo y algoritmos.
Hace unas semanas hemos tenido ejemplos ricos de actividad crítica en temas de actualidad. Elex presidente Morales reclamó a sus militantes que no participaron activamente de los salvajes bloqueos que intentaron asfixiar la economía del país. “¿Acaso Tupac Katari, cuando cercaba La Paz, pedía viáticos?”. “Un compañero en el bloqueo me dice: ‘No tenemos comida, por lo menos coquita mándenos’ (...). A veces, a mí, de verdad, me hacen renegar”.
Era que no lo diga. Miles de ciudadanos comenzaron a burlarse del inocente reproche. La gente se ubica pues. Las redes sociales se inundaron de memes y videos de TikTok destrozando el cinismo de un enfermo por el poder que perdió la noción de la realidad. Hicieron parodias muy graciosas con actuación de niños y personajes caricaturescos para dar a conocer la bronca colectiva en modo humor.
Algo parecido ocurrió cuando Evaliz salió de sus privilegiados refugios para defender a su padre. “Quieren descuartizar al movimiento indígena como a Túpac Katari en 1978”. Era mejor que siga guardando respetuoso silencio. Los memes la destrozaron por demostrar su ignorancia en historia. Pudimos ver al propio Tupac bailando la fiebre de sábado por la noche. Verdaderas obras de arte popular digital con profundo contenido político.
La pregunta es: ¿dónde están los pinches algoritmos que controlan la mente de las personas en favor de poderes ocultos que controlan a la sociedad? Tal vez actuaron para ayudar a viralizar estos poderosos mensajes que expresan descontento y claman por un país con mejores políticos. Las burbujas personales fueron invadidas por la conciencia virulenta de personas que piensan y ejercen su criticidad pese a fuertes (?) estrategias de control y dominación. Se activó la inteligencia colectiva en contexto de libertad de expresión.