Diferentes medios de prensa escritos, orales, digitales, virtuales y redes sociales reprodujeron la impactante noticia de que las agroexportaciones del país igualaron a las exportaciones de hidrocarburos en 2022:
“La agroindustria, sumada a la agricultura, ha duplicado las exportaciones del país en sólo tres años, es una señal fundamental de que el futuro de Bolivia en lo inmediato está en la exportación en estos sectores (…) no sólo se consolida la seguridad alimentaria, sino además se generarán divisas que beneficiarán a las importaciones y garantizará la estabilidad del tipo de cambio del dólar”, decía la declaración (Exportaciones agrícolas igualan a Hidrocarburos: “Agroindustria es una alternativa fundamental para Bolivia”, PubliAgro, 12.06.2023).
No lo dijo una parte interesada, lo dijo Jaime Dunn, economista y asesor en titularización de activos y flujos de caja futuros, en 10 países; asesor de varios gobiernos en mercados de valores; profesor universitario en América Latina; premio al Mejor Banquero de Inversión de Bolivia por la Revista World Finance ,en 2011; conferencista internacional con libros sobre titularización, entre otros créditos más.
Es preciso aclarar que la “suma cero” no le sirve a Bolivia, de ahí que nadie debería alegrarse de que un rubro productivo reemplace a otro, ya que por el bien del país todos los sectores deberían crecer; tampoco nos sirve “desvestir a un santo para vestir a otro santo”, por ejemplo, dejar de exportar el día de mañana aceite de soya para fabricar biodiésel y sustituir la importación de diésel fósil, cuando lo que debería hacerse es producir mucho más y no dejar de exportar.
Aunque el sector hidrocarburífero no pase por un buen momento, Bolivia deberá seguir importando diésel y gasolina por muchos años, de ahí que la urgente apuesta sería, dar condiciones para que las petroleras vuelvan a invertir en exploración, al mismo tiempo que se incentiva la mayor exportación de otros bienes para conseguir los dólares que precisamos para importar combustibles fósiles, mientras los vayamos sustituyendo con energías alternativas —biocombustibles, electricidad, etc.—, lo que implica tiempo y dinero.
Dicho esto ¿por qué es importante lo expresado por Dunn? Porque su visión es técnica y profesional, desapasionada y realista, sin mediar ningún otro tipo de interés que el de orientar la toma de decisiones en aras de mantener la estabilidad del tipo de cambio e impedir un proceso inflacionario, siendo necesario para ello mayores niveles de producción y agroexportación de forma sostenible, “porque la necesidad de divisas es obviamente una urgencia en este país”.
Según datos del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), en 2022 las exportaciones del sector de hidrocarburos (gas, urea, GLP, combustibles y aceites) sumaron 3.282 millones de dólares mientras que las agroexportaciones (principalmente, alimentos) aportaron al país 3.225 millones de dólares, un gran logro, para el experto internacional, considerando los frenos que afectan al sector, como las restricciones a la exportación, las limitantes al pleno uso de la biotecnología y la inseguridad jurídica de la tierra, pese a lo cual las agroexportaciones se duplicaron en los últimos tres años.
Consultado acerca de si Bolivia podía dejar de ser un país dependiente de los recursos no renovables, Dunn dice que es absolutamente posible, viendo “ejemplos como el de Paraguay, que dio un giro fundamental en su política de agricultura y agroindustria, y eso es lo que debemos hacer (…) Eso ayuda también con las importaciones, no nos olvidemos que 60% o 70% de los insumos que necesita el sector exportador se tiene que pagar en dólares, eso haría también que mantengamos todavía, como es correcto, el tipo de cambio fijo y eso dejaría también de lejos las posibilidades de tener presiones inflacionarias, es decir, incremento en los precios”.
Dunn destaca, además, la evidente ganancia que obtendría Bolivia si avanza a una mayor productividad en el agro:
“Con las políticas necesarias y siendo más eficientes en el uso de la tierra y la biotecnología podemos por lo menos llegar al promedio de producción en Latinoamérica y eso significaría un incremento mucho más grande del 30% o 40% de la producción actual, por eso es importante trabajar en esas políticas”.
Sin duda, exportar más alimentos, no sólo desde el oriente, sino también del altiplano donde existe un gran potencial por desarrollar en cuanto a superalimentos como la quinua, tarwi, kañawa y kiwicha —así como las frutas y verduras de los Valles— ciertamente sería de gran beneficio para absolutamente todos: agricultores, industriales, exportadores, prestadores de servicios, trabajadores, etc., porque entonces se crearía riqueza y empleos de manera sostenida y sostenible; y, a partir de ello, Bolivia no sólo garantizaría su estabilidad macroeconómica, sino, también, un continuo crecimiento y sin sobresaltos.