La vergüenza ajena es una expresión que no está presente en todos los idiomas. Se trata de un fenómeno poco estudiado aunque cada vez más se progresa en el estudio de este tema. No está muy claro aún por qué sentimos vergüenza ajena, el por qué nos afecta lo que hacen o dicen otros.
Primero señalemos qué la vergüenza es una emoción que nos conduce a ocultar algún defecto, rasgo o acción propios que consideramos que de ser revelados, provocaría el rechazo de los demás. Darwin decía que la vergüenza incluso se expresa en el rubor, observable en el enrojecimiento del rostro cuando nos avergonzamos, desde luego que esto es valedero para la gente “normal”, porque el que no tiene vergüenza ante nada, el “sinvergüenza”, jamás se sonroja, hasta podríamos decir que se trata de un amoral o de un imbécil.
Ahora bien, la ‘vergüenza ajena’ es una mezcla de vergüenza, compasión y burla de lo que alguien dice o hace. Por ejemplo, cuando algún amigo empieza a cantar y su voz y armonía son un desastre, en seguida puede surgir la vergüenza ajena y pensamos, “¿No se da cuenta que no sabe cantar? ¡Qué ridículo está haciendo!”. Sin embargo, es curioso que los que pasamos vergüenza somos nosotros, no el que hace el ridículo.
Al anterior propósito, algunos estudiosos dicen que se experimenta dicha vergüenza porque existe de alguna manera empatía con el que realiza el papelón, pero la verdad es que en la vergüenza ajena no media ni la empatía ni la antipatía puesto que incluso se puede dar sin ningún tipo de vinculación entre el observador y el protagonista del ridículo. Es decir, no hace falta que sea amigo o conocido, podemos sentir vergüenza ajena de alguien que no conocemos, por ejemplo cuando estamos viendo la televisión y observamos a un político pronunciar una sarta de estupideces e inmediatamente nos avergonzamos y hasta pareciera que nuestras orejas nos arden, pero al protagonista de la acción no le importa lo que hace o dice y hasta cree que está diciendo o haciendo maravillas cuando más bien su acto es risible, ridículo, deplorable o patético.
En este caso señalado estamos frente a una persona astuta, de intención aviesa, practicante del engaño o la mentira, carente de ética, que se aprovecha de otros o de las circunstancias de manera deshonrosa en beneficio propio, sin interesarle qué es lo que digan los demás.
En suma, la vergüenza ajena es el bochorno que nos produce la conducta penosa de otra persona. La vergüenza ajena es una impresión fantasmagórica de autoculpabilidad que al mismo tiempo nos ofende y abruma, es un sentimiento urticante que se apodera de uno mismo como si fuera el autor del acto o del ridículo realizado por otro.