A propósito del pasado 11 de octubre, Día Nacional de la Mujer Boliviana, cada año diversas instituciones, tanto estatales como no estatales, reflexionan sobre las cifras de violencia y las persistentes brechas de género. Sin embargo, en el contexto social y político actual, es imprescindible enfocarnos en el papel que juegan las mujeres en la administración pública y la política partidaria. El feminismo y las políticas de género se han convertido en banderas usadas para instrumentalizar a las mujeres dentro de la política. Aunque este movimiento, desde sus orígenes ha luchado por la reivindicación de los derechos de las mujeres, quienes históricamente han sido oprimidas por razones de género, no podemos afirmar que las mujeres sigan siendo un grupo vulnerable. Si bien han logrado el reconocimiento formal de sus derechos, el ejercicio efectivo de estos sigue siendo un desafío. Muchos críticos del feminismo lo rechazan por considerarlo extremista, y es cierto que existen diferentes corrientes, desde las más radicales hasta las más moderadas. No obstante, debemos rescatar la esencia del movimiento: la búsqueda de igualdad y la participación de las mujeres en los espacios públicos de poder.
Hace pocos días, un acontecimiento en la política boliviana evidenció las dificultades que enfrentan las mujeres para acceder y mantenerse en estos espacios. Si reflexionamos sobre los obstáculos actuales que impiden su participación activa y su acceso en igualdad de condiciones con los hombres a posiciones de poder o a un empleo formal y estable, surgirán múltiples hipótesis que requieren un análisis profundo.
Por un lado, hay mujeres que sufren violencia política. Por otro, existen aquellas que se prestan para ser instrumentalizadas, victimizándose en el ámbito político. Las primeras son mujeres que han surgido con voz propia y legítima en las organizaciones sociales, mientras que las segundas han sido seleccionadas para cumplir tareas específicas, muchas veces de acuerdo a los requerimientos de quienes ostentan ese poder político, respondiendo a estereotipos de juventud y belleza, así como la sumisión, característica fundamental para sus fines.
Es crucial recordar casos como el de Juana Quispe Apaza, exconcejala del municipio de Ancoraimes, en la provincia de Omasuyos, La Paz. Quispe fue impedida de ejercer su cargo por el simple hecho de ser mujer. Fue víctima de presiones, persecuciones, hostigamiento y amenazas, que culminaron en su asesinato en 2012. Tras 12 años de procesos judiciales, la justicia boliviana finalmente emitió una sentencia condenatoria en enero de este año. Además, su caso fue admitido ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos el 20 de abril de 2024. Este tipo de violencia no afecta a las mujeres que se prestan a la instrumentalización. Por el contrario, a estas se les otorgan cargos públicos de menor jerarquía y ciertos privilegios, a cambio de renunciar a su dignidad. Su función es servir de herramientas políticas, pero no se les permite asumir roles de decisión. Son colocadas en una zona de confort de la que no querrán salir, y si son desplazadas, no tendrán margen para reclamar. Su ciclo se cumple y son reemplazadas según los intereses de aquellos que, mientras pregonan la despatriarcalización, en realidad las cosifican y silencian.
El movimiento feminista más visible en Bolivia hoy en día es el que se está gestando en las calles. Este representa una forma de hacer política para que las mujeres puedan ejercer los derechos que ya les han sido reconocidos. El problema radica en que muchas mujeres bolivianas no tienen la libertad para reclamar esos derechos. Entendiendo el funcionamiento de este movimiento, podemos concluir que solo mediante la rebeldía se logra obtener un poco de justicia. Ante esta realidad, surgen preguntas fundamentales: ¿Cómo puede el feminismo evitar que las mujeres sigan siendo instrumentalizadas y cosificadas? ¿Cómo se puede alcanzar una verdadera participación de las mujeres en los espacios de poder donde se toman decisiones? ¿Acaso, con una participación equitativa, se tomarían mejores decisiones en la política?
Es necesario realizar un análisis profundo de Bolivia como sociedad. Somos una nación colonizada que no ha logrado liberar plenamente a sus pueblos; simplemente hemos cambiado de patrón. Es hora de criticar lo que somos como país hoy en día, de cuestionar lo que hemos logrado o no en cuanto a la construcción de un “Estado Plurinacional” que se autodefine como descolonizador y despatriarcalizador. El feminismo, en última instancia, es una lucha para que las mujeres abandonen el miedo, la opresión en el hogar y la relegación en la sociedad. Sin embargo, estos objetivos solo se alcanzarán cuando los hombres estén dispuestos a compartir el poder, lo cual, claramente, no les conviene.