El laberinto de la bolivianidad es uno de los libros más importantes que se han publicado últimamente. Su autor, el joven politólogo paceño Ignacio Vera de Rada, realiza una notable labor de esclarecimiento, precisamente porque estudia algunos temas que han sido tabuizados, es decir, encubiertos premeditadamente por las tendencias predominantes de las actividades intelectuales en el país.
El laberinto de la bolivianidad se inscribe en la ya larga tradición de la ensayística del Alto Perú y Bolivia, que desde un comienzo ha estudiado temas como la identidad colectiva, los obstáculos al desarrollo, el lugar de este país en la comunidad de naciones y el futuro incierto de esta sociedad.
Con este libro, Vera de Rada pretende un esfuerzo mayor: él quiere brindar una “visión de conjunto” de la nación boliviana, “con sus esperanzas y sus retos no siempre bien comprendidos”. Es una aspiración legítima, y nuestro joven autor esclarece algunos fenómenos recurrentes de la historia cultural boliviana, como la contraposición entre “lo nacional-popular”, celebrado por Franz Tamayo, René Zavaleta Mercado y un sinfín de autores contemporáneos, por un lado, y una tendencia racionalista-liberal, esbozada por Alcides Arguedas y Guillermo Francovich, por otro. El diálogo implícito entre Arguedas y Tamayo prosigue hasta la actualidad: es la controversia del presente entre un nacionalismo colectivista y un liberalismo modernizante abierto al mundo exterior.
Hoy en día, la vida colectiva y también la privada de los bolivianos está signada por mezclas étnico-culturales de variada índole. Nuestra historia como casi cualquier otra puede ser vista como una serie interminable de fenómenos de mestizaje y aculturación. Este es, por otra parte, un signo inequívoco de la modernidad, la cual, entre otras cosas, es una actitud abierta al mundo y, por ello, proclive a aceptar diversas mixturas y contactos de todo tipo, incluida, por supuesto, la esfera familiar, estética y erótica.
El mestizaje en Bolivia –un tema muy importante en el libro de Vera de Rada– es un fenómeno generalizado y muy importante, pero, por supuesto, no es per se una garantía de igualdad de derechos. La insistencia en favorecer el mestizaje puede ocultar desigualdades de variada especie, injusticias históricas y formas de discriminación muy extendidas, y, por ello, invisibilizadas u olvidadas en el imaginario colectivo. Es probable que el argumento que proclama que toda la sociedad boliviana es exclusivamente una nación mestiza, encubra, por una parte, una estructura social marcada por una enorme variedad étnico-cultural, y minimice, por otra, las diferencias y las jerarquías que se han consolidado a lo largo de siglos. Esta es la crítica principal desde posiciones indianistas, las que presuponen que los mestizos son los herederos económicos y políticos de los blancos.
Como dice Vera de Rada, hace falta una actitud fundamentalmente crítica que ponga en duda al mismo tiempo (a) las pretendidas bondades intrínsecas de la ideología simplista del mestizaje y que (b) cuestione asimismo los mensajes engañosos del indianismo y de las doctrinas de la descolonización. Todas las construcciones ideológicas –especialmente las que siguen mansamente las modas académicas de orientación progresista y relativista de las universidades europeas y norteamericanas–, a las cuales la intelectualidad boliviana de corte izquierdista siempre ha tenido especial predilección, deben ser sometidas al análisis científico. Es enorme la popularidad de que goza, sobre todo en ambientes intelectuales bolivianos, esta mixtura de un Karl Marx de cuarta mano, diluido por el psicoanálisis de Jacques Lacan, junto con fragmentos postmodernistas derivados de Martin Heidegger, la Teología de la Liberación, el antiliberalismo y el antipluralismo, combinación exornada con elementos esotéricos, porque esta mezcla satisface necesidades psíquicas de primer orden y corresponde a dilatados prejuicios político-culturales. Esta corriente de pensamiento, que es difundida por organizaciones de la cooperación internacional, fundaciones alemanas y organismos de ayuda al desarrollo, representa en realidad una traición al espíritu crítico y al racionalismo occidental.
Desde esta posición específica, la negación de todo mestizaje deja entrever una inclinación conservadora, que anhela mantener la pureza de sangre y la vigencia intacta de las tradiciones que vienen de muy atrás, y que, además, rechaza la apertura a otros modelos culturales y a las combinaciones de etnias y culturas. En este contexto el término conservador quiere indicar la preservación de rutinas que brindan seguridad emocional y el mantenimiento de convenciones que parecen garantizar una identidad colectiva muy valiosa, la cual ha devenido precaria a causa de la fuerza de la modernidad
El libro de Vera de Rada contribuye eficazmente a analizar las teorías indianistas y afines y así a comprender el trasfondo del antimestizaje. Yo también sostengo la incómoda tesis de que el antimestizaje, la descolonización y el radicalismo antiliberal y antioccidental han preservado exitosamente estas herencias civilizatorias de cuño conservador y las respectivas rutinas y convenciones sociales.
Cultura significa también cambio, contacto con lo foráneo, comprensión de lo extraño. El mestizaje puede ser obviamente traumático, pero también enriquecedor. Es probablemente el destino de la humanidad que habita un planeta pequeño y finito, donde los contactos de todo tipo entre las distintas culturas son inevitables. Y los sectores juveniles, también en Bolivia, son los más entusiastas en iniciar y consolidar nexos más o menos permanentes con los adelantos de otros modelos civilizatorios, que van desde las redes sociales hasta formas contemporáneas en la configuración del ocio social, que incluyen obviamente las ventajas de la libertad erótica.
El tratar de volver a una identidad previa a toda mezcla y todo mestizaje es, por lo tanto, un esfuerzo vano y efímero, aunque cuanta con numerosas simpatías en la Bolivia contemporánea. La obra de Ignacio Vera de Rada intenta disminuir el enorme peso de estos prejuicios colectivos.