Carlos Alcaraz ya tiene medalla. Le queda al español de 21 años, el más joven en alcanzar una final olímpica individual de tenis masculino, definir si será de oro o de plata. Pero el lugar en el podio lo tiene asegurado, reservado tras vencer con rotundidad al canadiense Felix Auger Aliassime.
Con más descanso que en partidos anteriores, incluso más comprometidos, con jornadas de dos encuentros por los compromisos del dobles que disputó junto a Nadal, el número tres del mundo se topó con el cara a cara más llevadero de los que ha disputado en la competición.
El cuarto jugador español en alcanzar la final individual masculina desde que el tenis regresó a los Juegos Olímpicos en Seúl 1988, después de Jordi Arrese en Barcelona 1992, Sergi Bruguera en Atlanta 1996 y Rafael Nadal en Pekín 2008, tardó una hora y cuarto en atravesar las semifinales y ganar por tercera vez en lo que va de curso al norteamericano, al que ya se ha impuesto en cuatro de los seis enfrentamientos que han protagonizado.
El más reciente, el único hasta ahora en tierra, en Roland Garros. Alcaraz venció en tres sets, sin paliativos. Esta vez, en el mismo recinto que semanas atrás, aspira a coronarse como campeón olímpico.
El ya erigido, con 21 años y 91 días, en el jugador más joven en alcanzar la final individual masculina desde que el tenis regresó a los Juegos Olímpicos en Seúl 1988, por delante ya del suizo Marc Rosset, que ganó el oro en Barcelona 1992 con 21 años y 275 días, tiene tomada la medida a Felix Auger Aliassime, hasta no hace mucho uno de los jugadores más prometedores del circuito que se incrustó precozmente en el top ten de la clasificación ATP.
No ha tenido continuidad para seguir en las alturas el jugador canadiense que tiene a continuación otra opción de medalla, de bronce, en el torneo de dobles mixto junto a Gabriela Davrowski. De hecho, el principal mérito de este tenista de Montreal de 23 años fue la final en el Masters 1000 de Madrid que perdió ante Andrey Rublev.
Tiene más talento pero menos empuje y coraje que el ruso Roman Safiullin o el neerlandés Tallon Griekspoor que en el segundo set llevaron al límite a Alcaraz. Tiene un gran tenis el norteamericano, más variedad de golpes y se mueve con soltura en la pista. Pero no llega al nivel del español, situado en un escalón superior tal y como demuestra en cada gran envite.
El campeón de Wimbledon y Roland Garros, el poseedor con veintiún años de cuatro Grand Slam está en otra cosa. Solo ciertas desconexiones cuando tiene el compromiso aparentemente solucionado complican el desarrollo. Dio esa sensación en los partidos de octavos y cuartos. Pero no en semifinales, donde la distancia que fijó desde el principio fue evidente. Y no perdió la concentración.
En el primer parcial se impuso por la vía rápida. Veloz de piernas y acertado con los tiros, extramotivado, dejó sin recursos a su rival. Rompió ya en el tercer juego, se anotó cinco seguidos y cerró el parcial en cuarenta minutos. Lejos de aflojar después, como le pasó en los otros partidos, mantuvo el nivel, sin florituras, con solvencia. Se le notó a Alcaraz más fresco, más descansado. Fue el del jueves el primer día que tuvo solo un partido y tuvo tiempo de relax, para la recuperación, para el tratamiento.
La película se repitió en el inicio del segundo parcial, cuando quebró en cuanto tuvo ocasión y alcanzó un desnivel a su favor en el marcador de 4-1. El canadiense no encontró argumento para inquietar. Mucho menos para iniciar una reacción. Resignado, se distanció punto a punto de la lucha por el oro. Tomó el camino hacia el bronce. Igual que en el dobles mixto.
Alcaraz brilla. También su metal. Asegurada la estancia e el podio espera rival. El ganador del partido entre el serbio Novak Djokovic y el italiano Lorenzo Musetti será su rival el domingo. El español ya ha cumplido. La medalla con la que contaba el deporte español está en el bolsillo.