El miedo, desde siempre, ha sido una eficaz herramienta del poder. Su utilización es clásica, sobre todo, en regímenes autoritarios. En política, es un instrumento frecuentemente apelado para lograr control, obediencia y dominación. El miedo, como emoción compleja, que se expresa en varias facetas, impacta significativamente en la vida de los hombres.
En el humano, el miedo es la respuesta natural a las amenazas que atentan física, psicológica y existencialmente. Las religiones, antes que, en la política, utilizaron esta eficaz herramienta. Pues, sin miedo, como sugiere Umberto Eco, en un fragmento de su magnífica obra “En nombre de la rosa”; no habría necesidad de la existencia de Dios. Sin miedo, no existiría Dios.
En la política, luego, la puesta en marcha del miedo, como instrumento de dominación, control y obediencia, será habitual. Esta poderosa herramienta está presente en toda la longitud de la historia. Verán ustedes, estimados lectores, que, desde los tiempos del Rey, las distintas tiranías, hasta los regímenes totalitarios modernos, el miedo ha sido utilizado para extinguir disidencias, disciplinar la obediencia, dominar y mantener el poder.
Si se observa bien, el miedo no reside tanto en la fuerza y la capacidad militar, sino en la capacidad de instalar el miedo. Con el miedo emplazado las personas viven atemorizadas, convirtiéndose en dóciles víctimas, incapaces de desafiar y emanciparse.
En el Estado moderno, el miedo es utilizado para justificar medidas represivas frente a grupos o ideas que amenazan la seguridad y el orden social. El miedo, también, es explotado por los líderes políticos y regímenes autoritarios, para manipular el comportamiento de las masas.
La importancia del miedo en la política llamó poderosamente la atención de pensadores y estudiosos. Maquiavelo, por ejemplo, recomendaba a los líderes políticos utilizar el miedo para mantener el orden y la estabilidad. Thomas Hobbes describió la magnitud del miedo a la violencia, con la necesidad de renunciar a la libertad a cambio de seguridad y protección del Estado. A su vez, Michel Foucault, se refería al miedo, al castigo y la vigilancia, como herramientas importantes para controlar el comportamiento.
Ahora bien, a lo largo de la historia, hemos tenido numerosos regímenes que, al no tener otra forma de dominación, han utilizado el miedo como el camino más efectivo de controlar y alcanzar obediencia. En los ejemplos más ilustrativos, tenemos a la Alemania nazi. Este régimen adoptó la propaganda, la violencia y la intimidación para crear un clima de terror. A través de la persecución de judíos, comunistas y otros grupos minoritarios, instaló un profundo miedo. El régimen estalinista, en la ex Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), utilizó el terror como herramienta fundamental para consolidar el poder. Millones de personas fueron enviadas a los campos de prisión (gulags) a morir en las más terribles condiciones.
Hoy, en América Latina, los ejemplos más oprobiosos son los regímenes: “chavista”, “orteguista” y “castrista”. La intimidación y la violencia, en el régimen “chavista”, es usada para silenciar a opositores, periodistas, activistas, y ciudadanos comunes. Estos, constantemente son víctimas de acoso, detenciones arbitrarias y violencia física. El régimen “orteguista”, que sigue los pasos del “chavismo”, emplea tácticas similares, creando e infundiendo profundos temores para mantenerse en el poder. Las protestas populares son respondidas con brutalidad por policías y fuerzas paramilitares. Cientos de personas han sido asesinadas y otros miles encarcelados o forzados al exilio.
El caso de Cuba merece un “reglón aparte”. Empero, cabe señalar que, también el miedo está presente como el principal recurso de poder.
Pues bien, es importante, ahora, ver qué sucede cuando se pierde el miedo.
Apelare aquí, a una famosa respuesta de Séneca al Emperador Nerón: “Tu poder radica en mi miedo; ya no te tengo miedo, tú ya no tienes poder”. La frase, sin duda, es un mensaje directo a las autocracias y las tiranías. Estas, si se pierde el miedo, pierden al poder. Vean ustedes acá, esa relación, directamente proporcional, entre miedo y poder.
La frase revela la esperanza que surge cuando se pierde el miedo. Cuando esto sucede, la tiranía pierde su fundamento. Es clave perder el miedo. De lo contrario, te conviertes en cómplice de la dictadura.
Claro, la pérdida del miedo nunca es repentina, es más bien un proceso acumulativo y gradual que inexorablemente se manifiesta cuando la población intensifica con fuerza sus protestas, cansada de la represión y los abusos. Se atreve, recién, a desafiar al régimen. Es un momento crucial, donde la población se revela contra el régimen opresor. Hay numerosos ejemplos de levantamientos populares, que cambiaron el curso de historia cuando se perdió el miedo. Entre otros, se puede destacar a la revolución francesa y la caída del Muro de Berlín. Sin la pérdida del miedo, jamás se habrían logrado estas conquistas como la libertad, la justicia y la democracia
Hoy, en Venezuela, hay un desafío a la pérdida del miedo, al régimen “Chavista”. La oportunidad, ahora, está en las urnas.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón