La aprobación del presidente Arce va de mal en peor. Si en enero había llegado al 42%, en marzo ese porcentaje se redujo a 38%. El problema es que, en el corto plazo, Arce no tiene ningún as bajo la manga que le permita revertir esa tendencia. Por el contrario, si la situación económica no mejora, los números pueden ser incluso menores, lo que para un candidato a la reelección puede representar un obstáculo prácticamente insalvable.
Por ahora, ni Arce y mucho menos Morales, cuyos porcentajes de rechazo bordean el 80%, tienen el perfil de un candidato con posibilidades, una diferencia importante con lo que ocurría con los aspirantes masistas en el pasado. Los problemas entre facciones han debilitado a los jefes, pero también al partido y eso seguramente influirá en el desempeño electoral. No en vano sorpresivamente los líderes del Grupo de Puebla, entre los que aparecen varios que ya no tienen ninguna relevancia en sus respectivos países, llegaron a Bolivia para promover la reconciliación de los opuestos.
Según la encuesta de Diagnosis, Arce lleva sobre sus espaldas el peso de la crisis económica, que se refleja en la escasez de combustible y de dólares, y en el incremento de los precios. Pero también se le observa el no haber hecho nada contra la autoprórroga de los magistrados del Tribunal Constitucional. A su favor, aunque en porcentajes menores, figuran la ilusión del litio y de la industrialización, dos de los temas eje de las campañas publicitarias del Gobierno.
La caída en la aprobación de Arce es más acentuada entre los jóvenes de 18 a 27 años (-5%) y, sobre todo, entre las personas de 28 a 40 años (-12%). Los problemas para el presidente se concentran en la percepción de las clases media baja y baja, y entre quienes se autodefinen como mestizos. Las capitales y el área rural lo castigan más que las ciudades intermedias y los pueblos.
Tal vez el cambio más importante es que Arce, o cualquier otro que sea elegido para candidato del MAS, ya no podrá diferenciarse del resto. No son lo nuevo, porque ya llevan casi dos décadas en el poder. No son lo “limpio”, porque ellos mismos se encargaron de ventilar sus trapos sucios. No son los gestores de un modelo diferente, porque a fin de cuentas el país volvió a lo de siempre. En suma, como dice el poema, “ya son todo aquello contra lo que lucharon cuando tenían 20 años” y así es mucho más difícil ganar elecciones.
Del otro lado, la oportunidad está planteada para una oposición que por lo menos intenta retomar en algo la iniciativa perdida, lo cual es bastante si se considera que pasó un largo tiempo sin que diera señales contundentes de vida. Ellos ya no son los mismos y eso, eso abre nuevas perspectivas.