La CIDH lo ha dicho varias veces y hay más de 350 bolivianos que lo padecen: la “justicia” boliviana abusa del recurso de la “detención preventiva”.
Los expertos interamericanos lo dicen ahora cuando acaban de entregar sus nuevas recomendaciones sobre el estado de la justicia en Bolivia, un estado lamentable.
Unos días antes de la llegada de estas recomendaciones, algún juez sirviente del cocalero decidió ampliar por 150 días la detención preventiva de Jeanine Áñez, presa en esas condiciones desde hace tres años.
Y por esos días, unas organizaciones sociales del MAS decidieron que el Gobernador de Santa Cruz no salga del penal de Chonchocoro, ni siquiera si lo ordena uno de los llamados jueces, lo que deja la abierta la posibilidad de que esas organizaciones hayan pasado a formar parte del poder judicial en Bolivia por decisión del gobierno del MAS.
El dueño de todo este circo, el cocalero que escapó en noviembre de 2019, ha vuelto a fatigar la infamia diciendo que alguien debía pedirle disculpas por el “golpe” de ese año.
La justicia es una de las instituciones menos importantes, en su criterio, de todas las que controla incluso cuando ha dejado de ser presidente y cuando, supuestamente, está peleado con su pupilo Luis Arce.
Lo importante, para él, es el control que tiene de la producción de coca y sus derivados en Chapare, desde donde domina el negocio más próspero de Bolivia y sus ramificaciones en toda la región.
Es el responsable del desastre que vive ahora la ciudad argentina de Rosario, donde han sido desplazadas cuatro armas federales para enfrentar a l as mafias que comercian la cocaína de Chapare.
El gobierno argentino no quiere rendirse ante este poder que, en cambio, ha llegado a controlar Bolivia y a destruir todas sus instituciones.
El presidente Javier Milei ha dicho, como el presidente de Ecuador, Daniel Noboa, que esto es una guerra y que su gobierno no tiene la intención de rendirse.
“Son ellos o nosotros”, dijo Milei cuando ordenó que las Fuerzas Armadas de su país participen con servicios de logística en esta guerra por el control de la tercera ciudad más poblada de Argentina.
En Bolivia, en cambio, la batalla está perdida. Los narcos se han apoderado del país, algo que ni siquiera hicieron en Afganistán, y tienen la intención de ofrendar este trofeo a sus amos, los capos de la transnacional del crimen organizado: China. Rusia e Irán.
El MAS quiere que Bolivia deje la OEA, por lo que le importa un rábano lo que diga la CIDH y sus condenas a la putrefacta justicia masista.
El autor es periodista