casi todos los días, como una costumbre, amanecemos con noticias que muestran las arbitrariedades que cometen los cooperativistas mineros auríferos en el país.
Los cooperativistas que iniciaron sus actividades de explotación minera en las “colas y desmontes” de la minería tradicional, han mutado, poco a poco, hasta convertirse hoy en grandes empresarios que exhiben el disfraz de cooperativistas pobres. Y, es que la acumulación de capital tiene que crecer, reinvertirse y expandirse a otros campos. Los actuales cooperativistas ya no son los grupos que, por sí mismos, explotaban su “cuadra o filón” asignado, estos se han convertido en empresarios cooperativistas que contratan trabajadores (incluso niños) al margen de toda regulación laboral.
Las prácticas del cooperativismo minero tradicional de las “colas y desmontes” han sido ampliadas a la explotación del oro. Si bien, ya en el campo de la minería tradicional sus desmanes medioambientales eran (y son) preocupantes, lo que ahora provocan los cooperativistas auríferos son desmedidos:
Uso indiscriminado de mercurio, fuera de toda norma e incumpliendo el Convenio de Minamata para reducir el uso de mercurio. Están envenenando los ríos y poniendo en serio riesgo la salud y la vida de la población indígena y campesina (https://es.mongabay.com/ 12-07-23)) e incluso ciudades como La Paz se encuentran en riesgo con la contaminación del agua que alimenta la ciudad (Minería y agua Situación actual y perspectivas (cedib.org)).
La asociación de los cooperativistas nativos con capitales chinos y de otros países camuflan el ingreso de grandes inversiones que, al encontrarse en zonas de difícil acceso, imponen un “capitalismo salvaje”, fuera de todo control y regulación.
El aumento de la productividad por la vía de la introducción de dragas está generando un sostenido proceso de deforestación de los bosques, erosionando los ríos y contaminando el medioambiente, a costa de extraer más oro en menos tiempo y con cero cargas sociales y laborales. Todo este proceso está generando un monopolio de la explotación de oro con un 99 % en manos de los cooperativistas mineros auríferos.
La creación de impuestos (4,5%) “a la carta” que, como en los mejores tiempos de la “rosca” minero feudal, tienen como beneficio del poder los cooperativistas, que a base de chantajes ponen o sacan autoridades e imponen normas por pura formalidad para aparentar que cumplen con el país.
Muchos podrán decir que ese es un proceso de desarrollo capitalista normal, pero por la tendencia de los mercados internacionales, todo parece indicar que, a este ritmo, se corre el serio riesgo de transformar el país en lo que fue el Congo con la explotación de la goma bajo el capitalismo salvaje belga o lo que ahora es con la explotación del coltán, con todas sus consecuencias y miserias sociales (https://www.elindependiente.com/futuro/2018/02/04/).
En todo este desbarajuste de catástrofe medioambiental, riesgo a la salud de la población, impuestos a la carta, capitales fraudulentos, desregulación y ausencia del Estado, se escucha decir al Sr. A. Saravia “dejemos de una vez esa idea que los políticos y los intelectuales sabemos mejor que la gente; que ellos decidan y hagan lo que quieran con su plata” (Conversatorio Club de Ginebra, 11-04-24); y añade que “hay que dejar que cada uno se desarrolle como quiera y reducir las regulaciones y normas de todo tipo que limitan la generación de empleo; para ello es fundamental minimizar el Estado, reducirlo al rol de protector de la propiedad privada y que no cauce problemas en los otros ámbitos de la dinámica económica y social”.
¿No será que, inconscientemente, con una propuesta de ese tipo lo que buscan es expandir el modelo de explotación cooperativista aurífero a todo el sistema económico y social del país?.