La disputa por la sigla y la candidatura, en el Movimiento al Socialismo (MAS), que no encontraba salidas en las vías formales, preveía batallas finales en las calles. Los dirigentes del ala radical, hasta el propio Evo Morales, en muchas oportunidades amenazaron con convulsionar el país. La advertencia de un diputado evista, en sentido de que “Bolivia perderá la paz y la tranquilidad si Evo no es candidato”, refleja ese conflictivo escenario.
Sin embargo, en un giro inesperado, que agarró desprevenido al bloque evista, Luis Arce planteo la necesidad de llevar adelante un referéndum, para aclarar, definitivamente, la ambigüedad del artículo 168 de la Constitución, que estipula una sola reelección, pero, sin esclarecer el carácter continuo o discontinuo.
En el fondo, con este mecanismo, la decisión de habilitar a Morales para las elecciones del 2025 pasa a consulta ciudadana. Si se observa bien, tendríamos una repetición del referéndum del 21F. De nuevo, el ciudadano tendrá la posibilidad de aceptar o rechazar la repetida candidatura, conociendo que la primera consulta no fue respetada. La lucha interna por la candidatura del MAS, pasaría, entonces, de las calles a las urnas y, sería, la última batalla.
Ahora bien, es importante acá ver el inicio de esta guerra y sus anteriores batallas. La disputa entre estas dos facciones masistas tiene origen en la designación de Luis Arce como candidato del MAS para las elecciones del 2020. Ni en las más remotas elucubraciones del excaudillo estuvo presente la posibilidad de alguna traición. La candidatura de Arce había sido concebida para que Morales gobierne desde el trópico, manteniendo así la hegemonía en el partido. Sin embargo, la nueva élite azul que toma el gobierno con Luis Arce, muy pronto desarrollará la adicción del poder y promoverá, al interior del partido, una corriente contraria a la “dictadura” evista. Esa nueva corriente contestaria y “renovadora” propiciará la candidatura de “Lucho”, provocando así una inevitable ruptura frente a la ambición de Morales de ser el único candidato. Ese es el origen de la división masista. Las diferencias no son ideológicas, son, fundamentalmente, de intereses.
Desde ese momento, ambas corrientes intentaran capturar la sigla, clave para decidir la candidatura. Para ese fin, el ala radical evista organiza los días 3, 4 y 5 de octubre del 2023 el Congreso de Lauca Ñ. En ese evento, muy bien organizado como “traje a medida” se reelige a Morales como “dueño” y presidente del partido, además como candidato único. Pensaron que, en estos juegos de poder, con esa movida anticipada, se quedarían con la sigla y la candidatura.
En contrapartida, en una ostentosa demostración de fuerzas y convocatoria, movilizando el aparato estatal, el ala renovadora organiza dos semanas después un gran Cabildo, en rechazo al Congreso de Lauca Ñ, con la participación de las organizaciones sociales —en esa relación corporativista— que respaldan al Gobierno y funcionarios públicos. El Cabildo, al margen de ratificar la defensa del gobierno de Luis Arce y David Choquehuanca, decide convocar a un “verdadero Congreso”, a tiempo de desconocer el realizado en Lauca Ñ.
En ese horizonte, organizan el “verdadero” Congreso en la ciudad de El Alto el 3 y 4 de mayo pasado, oportunidad en la cual, por aclamación, se decide refundar el partido e imponer un veto a la reelección de autoridades electas. También se elige una nueva directiva a la cabeza de Grover García, dirigente de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (Csutcb).
A la postre, sin embargo, ambos Congresos no serán reconocidos por la Sala Plena del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Esta instancia, anula el de Lauca Ñ y rechaza el pedido de registro del realizado en El Alto.
La guerra entonces, por el control de la sigla y la candidatura anunciaba nuevas batallas. Sin embargo, para el ala evista, la madre de las batallas estaba calculada en las calles. Así, esa guerra, en la que no tienen nada que ver la mayoría de los bolivianos, trascenderá el ámbito interno.
Ahora bien, es importante mencionar que, en este probable escenario del referéndum, las amenazas evistas de convulsión social carecerían de sentido. La decisión sobre la candidatura pasaría a consulta ciudadana. Los bolivianos dilucidarían, en esa consulta, un conflicto interno. Vean ustedes las sorpresas de la política.
Planteadas, así las cosas, la consulta popular sería una réplica del 21F. El arcismo calcula, en esta “movida de ajedrez”, un rechazo más contundente, pues hay un sentimiento ciudadano de bronca acumulado contra Evo Morales, por no respetar los resultados del 21F, violar la constitución y forzar su candidatura, además de provocar la crisis del 2019.
El resultado que prevé el arcismo, que a lo mejor es el deseo de muchos bolivianos, es la inhabilitación de por vida de Morales. Éste nunca más podría ser candidato a presidente. En ese sentido, en este caso específico, la jugada del referéndum, si es que se materializa, es un letal jaque mate.