afirmaba René Descartes que “es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez”, y tenía razón, pues a día de hoy, a más de 374 años de la muerte del conocido filósofo y matemático, las poblaciones de la mayoría de los países del mundo no se fían de la gestión y de los datos que les brindan sus gobiernos. Este nivel de desconfianza varía, por supuesto, de nación en nación, y no es lo mismo lo que pasa en el primer mundo que lo que acontece en el tercero, pero tanto lo uno como lo otro es muestra suficiente que de los políticos nadie se fía.
A sus 41 años, Descartes publicó su obra “El discurso”, fue una obra polémica en un tiempo en el cual se podía sentir el miedo por la inquisición y la complejidad por el criterio propio. Años antes, más exactamente en 1616, Galileo había sido condenado por la iglesia por apoyar a Copérnico, y mediante edicto la inquisición prohibía la publicación de obras que respalden la teoría copernicana. El francés, que seguía la línea de Copérnico y Galileo, tuvo que sentir en carne propia el peso de la reprobación, similar censura que hoy en día se puede sentir cuando se ataca al poder.
Descartes, padre de la filosofía moderna y uno de los máximos representantes del racionalismo, planteaba que se debía dudar de todo, así nace su máxima de “pienso, luego existo”, afirmando que al dudar pensaba, y que ésta era una de las pocas certezas de la vida. Bajo la misma lógica, todo ciudadano criterioso puede dudar de muchas realidades que se nos venden como ciertas. Puede ser el CIS de Tezanos en España o el INE boliviano, pero lo cierto es que la desconfianza abunda.
Toquemos en esta ocasión el censo llevado adelante en la Bolivia de Arce Catacora. El instrumento técnico apunta a un crecimiento menor del esperado, con resultados que indican que el país andino tiene 11.312.620 habitantes, cifra que dista de la proyección hecha por el mismo ente estadístico que apuntaba a 12.288.000 bolivianos.
De acuerdo con los datos del Censo 2024 y tal cual publica la Fundación Jubileo en su sitio web, en comparación con el Censo 2012 (con base en un análisis sobre 338 municipios), se observa: que 92 disminuyeron población, 245 aumentaron y 1 mantiene a sus habitantes. Hablando en términos de coparticipación tributaria, 171 disminuirían su coparticipación, en tanto 167 aumentarían. Pero estos datos no son los únicos que arroja el censo, porque 148 municipios tienen menos de 10.000 habitantes (157 en 2012) y 57 municipios tienen menos de 5.000 habitantes (63 en 2012); sin embargo, estos datos quedan cortos ante los reclamos de líderes cívicos y autoridades que se consideran afectados por el notorio decrecimiento poblacional, cosa que les afecta en temas presupuestarios y en términos de representación política. En su defensa, el director nacional del INE, Humberto Arandia, culpó por las diferencias existentes a la pandemia, a la baja fecundidad y a la migración. De pronto podría creerse que es un sustento real, si no fuese que el problema de fondo es el mismo que llevó a Descartes a cuestionarlo todo: “la duda metódica”, que en el caso de Bolivia se expresa en la casi nula credibilidad del presidente Arce y de las entidades que componen su Estado.
En conclusión y como ciudadano criterioso, bien podría tomar las cuatro reglas de Descartes para ver la evidencia censal, analizarla, hacer una síntesis y al no encontrar una comprobación total, dudar de ella.
Finalizo sumándome a lo que afirmaba ya en el siglo XVII el famoso francés: “daría todo lo que sé por la mitad de lo que ignoro”.