damián Condori, gobernador de Chuquisaca, es un atrevido: dice que el cocalero Morales tendría que internarse en el hospital Gregorio Pacheco, más conocido como el manicomio. Y se ha ofrecido a ayudarle a conseguir una plaza, tarea difícil por la nutrida demanda existente.
Tiene el gobernador la esperanza de que los profesionales que allí trabajan puedan ayudar al cocalero a entender que él no es el único indígena boliviano indicado para gobernar el país, sobre todo si se toma en cuenta el desastre que ha provocado desde 2006.
Además, lo desafía a un debate público, cuando quiera, pero hablando en lenguas vernáculas: el gobernador en quechua y el cocalero en aymara. No dice nada del moderador, que debería ser un verdadero políglota, ni menciona la necesidad del servicio de subtítulos en español, la lengua oficial usada por 95% de los bolivianos.
Los profesionales que trabajan en el manicomio, sugiere el gobernador, sólo tendrían que ocuparse de las confusiones del cocalero y su obsesión por volver a la presidencia, dejando a un lado los detalles de sus inclinaciones de perversión sexual, algo que entra en el terreno de la justicia.
Los síntomas del sujeto, que el gobernador aporta en su invitación, son muy claros y podrían servir a los profesionales: “Creo que está mal de la cabeza, mejor le invitamos, como Gobernador de Chuquisaca, aquí, al Instituto Psiquiátrico, que se haga atender con los profesionales que están en el área. Creo que ya se convirtió un líder desestabilizador, un líder amenazador, un líder que no deja surgir a su propia gente”.
Tengo en mis voluminosos archivos, desde hace años, una colección del semanario que escriben los internados en el mencionado hospital: “Nosotros también pensamos”. Este nombre podría ser un obstáculo para el caso presente, pero no se trata de tenerlo como columnista, sino sólo como paciente.
Es probable que los psiquíatras tengan que observar otra obsesión del cocalero, referida a que los “karas” deben morir de hambre, una instrucción que dio al fugar en 2019 y ahora la repiten sus seguidores disfrazados con ponchos rojos.
Su pupilo, ahora presidente, no entendió la instrucción. Cree que hay que matar de hambre a todos, no sólo a los “karas”, para lo que insiste en aplicar su modelo económico, un prodigio, porque en sólo 18 años ha dejado al país sin combustible, sin alimentos, sin dólares y, ahora, sin aire.
El gobernador tendrá que conseguir más plazas en el manicomio.
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