Los potosinos celebran pasado mañana, domingo 10 de noviembre, la efeméride cívica de su departamento que conmemora en esa fecha la insurrección que hace 214 años protagonizaran sus ancestros contra la corona española para sumarse al movimiento que desde Buenos Aires proclamaba la ruptura de los vínculos que hasta entonces los unían al Virreinato de Lima.
Los habitantes de Potosí saben bien que su tierra es universalmente conocida como símbolo de abundancia, pero temen también que ahora, igual que hace más de cinco siglos, esa riqueza sólo fluya ante sus ojos para beneficio ajeno.
No hay respuesta que pueda satisfacer a una pregunta que insistentemente se hacen los dirigentes potosinos: ¿por qué las ingentes riquezas minerales que atesora su subsuelo no pueden plasmarse en mejores condiciones de vida para todos sus habitantes?
Potosí tiene uno de los mayores índices de pobreza de Bolivia, y como si de una maldición histórica se tratara, esa tierra sigue siendo una de las principales fuentes de ingresos para el erario público, pero aún no halla la fórmula capaz de transformar su riqueza en bienestar para sus habitantes.
Es más, su Cerro Rico se desploma sin que el Estado intervenga para imponer las leyes que protegen ese patrimonio de la humanidad. Y en lo que va de este año 106 personas murieron en las explotaciones mineras potosinas.
Tan traumática y conflictiva fue desde sus orígenes esa relación entre riqueza y pobreza que siempre fue difícil distinguir los límites entre historia y mito, entre la realidad y la leyenda.
Y aún ahora, cuando ya no se trata de pensar en el pasado sino en el presente y futuro de Potosí y, por consiguiente, de nuestro país, tales elementos se mantienen tan confusos como durante los últimos cinco siglos.
Ahora se trata del litio, el recurso natural llamado a reemplazar los ingresos que el país recibió abundantemente de la exportación de gas natural.
Bolivia posee las mayores reservas mundiales de este metal. Los yacimientos de litio boliviano más grandes se encuentran en el salar de Uyuni, en Potosí, lo que explica una de sus principales demandas: una ley específica que determina las regalías que le corresponden a ese departamento.
Pero no es sólo esa exigencia insatisfecha la que opaca el brillo de la celebración de la efeméride de Potosí. Está también la explotación ilegal de sus riquezas mineras que, además, tienen un impacto contaminante en el medio ambiente y en especial en las lagunas que sirven para el suministro de agua potable para la población de su ciudad capital.
Así es comprensible, y lamentable, que la conmemoración cívica potosina carezca de los aires festivos que suelen verse en otros departamentos.