Mi columna, “Textura violeta”, ha estado presente durante 10 de los 13 años de vida del diario boliviano y generalista Página Siete, que la semana pasada, ha anunciado su cierre por ahogo económico, hostigamiento y otras razones relacionadas con el enfrentamiento que gran parte de su existencia ha mantenido con el Gobierno. Su cierre es algo que nadie debería aplaudir.
Página Siete (y después otros medios) me abrió sus puertas para escribir sobre periodismo y actualidad desde un punto de vista feminista y mis textos fueron de los pocos escritos por mujeres y además con esta perspectiva. Siempre estaré agradecida por ello, aunque tengo ciertos sentimientos encontrados.
La perspectiva feminista, que en algunos casos se entiende como de género, al ser transversal tiene muchos puntos de vista y, en ese sentido, ese diario, en su línea, ha sido más permisivo con criterios feministas liberales o institucionales que radicales, tal el caso de María Galindo que fue censurada, porque sí lo ha sido, y echada de sus páginas por el tono y el fondo de sus comentarios respecto del gobierno de Jeanine Áñez y la forma en que se produjo su autoproclamación como presidenta de Bolivia.
El feminismo, como posición filosófica y movimiento social, no está al margen de la situación política y es por ello que desde mi columna también me he pronunciado en ese sentido y he visto, por ejemplo, cómo desaparecía de los archivos de la web de Página Siete un artículo mío referido a que “una chola debería poder ser presidenta del Comité Cívico Pro Santa Cruz”, debido a los ataques furibundos recibidos desde sectores machistas, racistas y conservadores.
De hecho, mi columna no encajaba con el tono general de las páginas de opinión y la línea del diario. Siempre he sido consciente de que he estado allí también porque mi columna daba cierta pluralidad a sus páginas. Creo que el feminismo debe estar en todos los espacios posibles y especialmente en lugares, en este caso diarios generalistas, de todas las tendencias.
Los círculos cerrados y endogámicos no permiten conocer otras posturas y conocimientos. Lamentablemente, en los medios de comunicación bolivianos esa es la tendencia, o quizás ya consolidación, en una sociedad polarizada políticamente, en una Bolivia dividida en dos en donde ninguna de las partes escucha a la otra.
Página Siete formó parte de esa polarización, con enfoques siempre sesgados hacia la oposición, con poca presencia de posiciones oficialistas y amplia cobertura a fuentes de expertos y analistas críticos al Gobierno. En frente están los medios oficialistas que tienen amplia cobertura positiva a las acciones del Gobierno, poca crítica salvo que sea para la oposición. Ninguno de los dos bandos es independiente y en ambos las posturas feministas muchas veces han ido acorde.
A Página Siete, y a otros medios considerados de oposición, el Gobierno le ha negado publicidad y los ingresos de sustento que ello representa, que son los más importantes en un país como Bolivia. La empresa privada, a la que Página Siete siempre respaldó, tampoco le ha dado el soporte suficiente y ha terminado cerrando sus puertas.
Lo ideal es que los medios tomen en cuenta a todas las posturas y que también sean críticos con todas ellas. Pese a la polarización política de los medios, no es admisible que se ahogue económicamente a los que son contrarios. La oposición es parte del Estado y los recursos de este son de toda la población boliviana, independientemente de a quién vote. Los medios deberían recibir publicidad en la medida en que paguen impuestos, por ejemplo.
Además de los puestos de trabajo perdidos y periodistas y otras personas lamentablemente afectadas, el cierre de Página Siete deja a un sector de la población sin un instrumento de expresión que seguramente buscará y encontrará otras vías, algunas de éstas podrían ser de riesgo. Sólo un medio sólido, con periodistas a cargo, hace un mínimo aceptable de control de calidad y de responsabilidad, imprescindibles en beneficio de la población lectora. El cierre de medios de comunicación es una pérdida para la sociedad.