Obviamente nunca iré a ver Barbie. Ante todo porque sospecho que es una película “con mensaje” y ya estoy hastiado de tanto adoctrinamiento “progre” en películas y series.
Aparte, temo que, luego de ver tanto rosa, acabe con la voz más aguda y un deseo irrefrenable de hablar de mis emociones... o quizás lanzando vivas al MNR. Ambas cosas bastante negativas, si me preguntan.
Eso sí, no criticaré a quienes vean este probable bodrio. Es su más estricto derecho y ya decidirán luego si fue una buena decisión o no.
Lo digo porque aparecieron, como siempre, los loquitos que se lamentan porque la gente prefiere ir a ver Barbie antes que alguna película boliviana, como si esto último fuera una especie de obligación moral.
Al respecto, no creo que haya una correlación entre preferir películas hollywoodenses e ignorar la producción nacional. La mejor explicación que se me ocurre es que las películas nacionales no llenan salas (salvo contadas excepciones) simplemente porque son malas... o aburridas, o previsibles, etc. Nada que sea culpa de Barbie, ¿o sí?
En cualquier caso, lo único que me preocupa de esta película sobre la popular muñeca es tener una generación de niñas que se llamen “Barbie” (o “Barbi”, “Varvi”, etc.). Sugeriría a los padres tentados por semejante idea a pensarlo un poco, por el bien de esas wawas. Luego de conocer a unos cuantos Messis, Julks y Tonistarcs. Créanme que es un consejo con las mejores intenciones...