De tanto jugar y jugar con fuego durante 17 años se les fue la inmunidad y la humanidad.
Se les fue la poca dignidad, la verdad a medias, el concepto de unidad y respeto. Ahora, se encuentran presos de sus propias lenguas de fuego que atizaron y atizan con paciencia y dedicación durante más de tres lustros, para llegar al punto en el que se encuentran ahora.
A ese que Dante Alighieri, tan condenatorio e inexorable, llama el Purgatorio.
En su divina comedia, ya no existe más el Paraíso terrestre, porque, aun estando en la cima, acabaron con él: alteraron su esencia sagrada, su vitalidad y su naturaleza.
¡De tanto jugar con fuego, se han quemado! Y se ha quemado también sus conciencias, su ética y su moral.
¡Ya nada sorprende!
En este gobierno masista no hay tragedia: todo se vuelve afrenta, injuria, ultraje, atropello, descaro y muerte.
Este gobierno está envuelto con el humo y el fuego criminal que atacó (a), cuando menos cinco parques naturales. La Reserva de la Biosfera y Tierra Comunitaria de Origen Pilón Lajas, el Parque Noel Kempff Mercado, el Área Natural de Manejo Integrado San Matías, el Área de Conservación e Importancia Ecológica Ñembi Guasú, la Concesión Okirikia y el Área Protegida Bajo Paraguá.
La Reserva de la Biósfera y TCO Pilón Lajas se halla en los departamentos de La Paz y Beni y es una de las más afectadas por el fuego que arrasó el 60 por ciento del área boscosa. (Los Tiempos, 14/11/2023/.
Casi 3 millones de hectáreas arrasadas por el fuego. Más de 6 millones de animales muertos. Desolación, tragedia y encabronamiento, frente a un gobierno indolente, mediocre e incapaz.
Los fantasmas son muchos, vuelan al derredor de las conciencias y por sobre las cabezas de los culpables. El lugar de sus apariciones será el 2025. En ese año endiablado, cantarán las aves sacrificadas, los animales chamuscados se levantarán para recordar su inmortalidad, los árboles agitarán sus ramas, los bosques dejarán oír sus vientos lastimeros y nosotros, los que vimos con horror los fuegos fatuos de la muerte y de la inverosimilitud, también asumiremos la convicción de votar por el nunca MAS. Votaremos para que este biosidio, a vista y paciencia del masismo, sea vengado con todo el peso del desprecio y la bronca.
Es que ya son suficientes incendios los que fueron producidos por las manos del poder y de la ilegitimidad. Convirtieron en cenizas la justicia y la verdad. Los ataques arteros con dados cargados fueron y siguen siendo una dinamita lenta que pudre y arrasa.
Entre las cenizas de más de 3 millón de hectáreas de bosques, árboles y animales quemados, también tienen que estar amontonados sus 17 años de gobierno. Reducidos a polvo de vejación, a restos que huelen a despropósitos, corrupción y afrenta a la madre naturaleza.
Y así, entre borracheras de poder, dinero, ambiciones, corrupción y narcotráfico, los pecados capitales se tienen que pagar.
El Purgatorio ha llamado a la puerta de su casa grande y se cobrará la ilegitimidad de gobernar obedeciendo al llunk’erio y a las elites de poder que pulverizaron la cordura y la ética.
Los incendios forestales, producidos por manos criminales, son el símbolo más infernal y trágico de cómo se ha venido manejando los destinos de este país. En ellas están reflejadas la oscuridad y la deshonra de los mercaderes que negocian, bajo la mesa, el presente y el futuro de sus habitantes.
Juegan sobre las espaldas tiesas de los bolivianos. Transan sin parpadear. Pagan para seguir engordando sus papadas y sus bolsillos sin fondo.
¡A esto hemos llegado!
A respirar aires de “luyidos vientos” que ventean sobre las conciencias diminutas de los que balbucean el concepto de patria y vida.
En este mundo mondo, el purgatorio pide la cabeza de los Bolsonaro, de los Trump, de los Ortega, de los Maduro, de los Evo, de los Catacora.
En este mundo que, paulatinamente deja de ser creíble, ya no importa el olor a naturaleza, a vegetación, a justicia, a libertad y a vida. Los sordos, por encargo, dejaron de escuchar el trino de los pájaros y las voces del pueblo. El lamento de la justicia se hace eterno.
(…) “¡Oh desecadores de lagos, dice un fragmento del ensayo, “Palinodia del polvo”, de Alfonso Reyes, taladores de bosques! ¡Cercenadores de pulmones, rompedores de espejos mágicos! Y cuando las montañas de andesita se vengan abajo, en el derrumbe paulatino del circo que nos guarece y ampara, veréis cómo, sorbido en el negro embudo giratorio, tromba de basura, nuestro valle mismo desaparece. Cansado el desierto de la injuria de las ciudades; cansado de la planta humana, que urbaniza por donde pasa, apretando el polvo contra el suelo; cansado de esperar por siglos de siglos. (…) Venganza y venganza del polvo. Planeta condenado al desierto, la onda musulmana de la tolvanera se apercibe a barrer tus rastros”. (…)
Yo vivo en la región menos transparente del aire. Una región en donde día a día el polvo de muerte esculpe monstruos de cien cabezas. Una región en donde las manos gigantescas de esos monstruos pudren la vida. Es una región en la que el futuro es una gigantesca muralla que no permite pasar, en ella nos estrellamos minuto a minuto, otros, más osados, mueren en el intento.
La región menos transparente, es esa en la que siempre resucitan los fuegos fatuos. Tiene como Gobierno a los inservibles, a los mediocres, a los que vomitan mierda en el día y fuego en la noche. Son antropófagos, se comen a sus habitantes y, con ellos, a sus sueños, a sus esperanzas y a sus alegrías.
Han pasado casi dos meses en los que los incendios han dejado desolación y catástrofe y la declaración de “desastre nacional” suena hueca, a eco perdido.
La agitada respiración de los cientos de voluntarios que arriesgan su vida se confunde con los efectos nocivos del humo que enferma.
Animales carbonizados, árboles de toda la vida y ecosistemas reducidos a cenizas se han convertido en almas en pena que deambulan clamando justicia.
Esos valerosos bomberos, voluntarios y guardaparques a prueba de fuego, les demostraron que este gobierno apenas balbucea humanidad, efectividad y voluntad. Agotan sus esfuerzos y queman sus semblantes para salvar nada.
El fuego se lleva todo. Mas no el deseo de seguir luchando contra un enemigo encargado, encomendado para diezmar millón de hectáreas de biodiversidad.
Dotados con poco o casi nada de seguridad personal, se enfrentan a las gigantescas lenguas de fuego, permanecen en los lugares afectados con el mismo empeño con el que comenzaron. Mientras ustedes, miserables, cómo no, ignorando la muerte de millones de animales, ignorando la necesidad de condenar a los autores materiales de los incendios, resistiéndose a abrogar, cuando menos, diez leyes que fomentan la quema de bosques. Siete de estas normativas fueron aprobadas durante el gobierno de Evo Morales (2006-2019), con el objetivo de “ampliar la frontera agrícola”.
Alguien o muchos, tienen que pagar por esto. No es posible que este biocidio quede en la eterna impunidad.
Cuando el agua ha empezado a hervir, decía Nelson Mandela, apagar el fuego ya no sirve de nada.
Para el gobierno masista y todos los que le obedecen, la Madre Tierra se ha convertido en la madrastra a la que hay que domar y doblegar a fuerza de golpes y, como es el caso, con fuego infernal.
Hay una doble moral asquerosa en este gobierno. ¿Defensa de la naturaleza y la Madre Tierra? Al carajo con ese discurso ruin. Les importa un poroto la Madre Tierra, la fauna y la flora, los bosques y la naturaleza, y la vida, por su puesto.
Yo acuso a este gobierno de inservible y de mediocre. Acuso de ineficiente y negligente. De promover el biocidio y el aniquilamiento de miles y miles de especies de animales, vegetación, bosques y biodiversidad.
Yo acuso a este gobierno masista de ir en contra de la vida, sembrar la muerte y de atentar contra la salud de todos los bolivianos.
¡Alguien, o muchos, tienen que pagar por todo este desastre ecológico!
El autor es comunicador social.