Martes, 9 de octubre
(…) “Navegó al Sudoeste. Anduvo cinco leguas; mudóse el viento y corrió al Oeste cuarta al Noroeste, y anduvo cuatro leguas. Después con todas once leguas de día y a la noche veinte leguas y media. Contó a la gente diecisiete leguas. Toda la noche oyeron pasar pájaros”. (…)
Este fragmento, pertenece al diario de a bordo del almirante don Cristóbal Colón en su primer viaje camino a las Indias. Llegó a América el 12 de octubre de 1492, a una isla de las Bahamas de nombre Guanahani, aunque su ubicación continúa siendo una duda histórica.
Toda la noche oyeron pasar pájaros, dice la relación abreviada de Fray Bartolomé de las Casas. Una frase profundamente poética y real: la primera, porque encierra un significado alentador que presagia vida y esperanza. La segunda, porque no era una alucinación, era evidente que estaban próximos a pisar tierra.
Todo relato histórico tiene sus pequeñas dudas. De las grandes y acentuadas está esa que asegura que el almirante Colón no fue el primero en llegar a América. Según recientes investigaciones, el navegante Zheng He, un eunuco chino, fue el que desembarcó primero en nuestras tierras en 1421 bajo el auspicio del Emperador de la dinastía Ming, Zhu Di. 70 años después, según la papa caliente lanzada al mundo por esas nuevas investigaciones, Colón por fin habría llegado a América.
Han pasado más de 500 años del encontronazo entre barbados e indígenas. Entre pequeñas dudas y grandes verdades, es una historia que late en nuestra identidad.
Duda profundamente razonable o verdad a medias, lo cierto es que China, desde hace más de dos décadas, ya tuvo su redescubrimiento en Latinoamérica. Ha desembarcado en nuestras tierras con acuerdos comerciales, intercambio de servicios, importación de materias primas y con todo un arsenal económico que ha eclipsado por completo la mirada serena e inoperante de los gobiernos de Estados Unidos.
La chequera de China actuó con bajo perfil. Tiñó de rojo a varios gobiernos e hizo caer en la tentación de no desear el régimen del prójimo, por lo menos en el tema de respeto a los derechos humanos.
“Entre 2000-2022, el comercio de bienes entre la región y China se multiplicó por 35, mientras que el comercio total de la región con el mundo sólo se multiplicó por 4”, según afirma la Cepal en su informe Perspectivas del Comercio Internacional 2023.
y su inversión para el 2022 rozaba la friolera de 450.000 millones de dólares y para el 2035 se proyecta que supere los 700.000 millones de dólares (Xu, 2022). Esto tomando en cuenta que Sudamérica es su primer socio comercial.
Un monto escalofriante sobre todo cuando se trata de vislumbrar una fórmula para desatar, a futuro, el nudo ciego de la dependencia económica y de esa inevitable relación colonial creciente como la que tuvo en el pasado con Estados Unidos.
Latinoamérica provee, pero no genera mano de obra. Esa es otra arista razonable para afirmar que esta relación es sólo de ida.
China, actualmente, es el segundo socio comercial de mayor relevancia de Latinoamérica.
En 2021, las exportaciones de Latinoamérica hacia China representaron un incremento del 31.4 % respecto al 2020.
Y las exportaciones chinas a Latinoamérica subieron al 52 %, respecto al año anterior.
Ya advertía en su momento el expresidente chileno Ricardo Lagos: “Si China crece un 10 %, Latinoamérica crece por lo menos un 4 %”. Tal como está expuesto esto parece ser un simple resultado de fórmulas económicas, sin embargo, contiene mensajes que hay que interpretarlos.
China compra, invierte y abre la billetera para Latinoamérica desde hace más de 20 años, no le interesa subordinar políticamente ni reproducir modelos de gobierno, le interesa comprar sin reparos éticos ni estéticos.
Cinco países latinoamericanos son los que más exportaron a China en 2023: Brasil, con $us122.000 millones, Chile con $us 43.000 millones. Perú, con $us25.000 millones, México, con $us18.000 y Ecuador con $us7.900 millones. (Fuente: Administración de Aduanas de la República Popular China).
De acuerdo a la Cepal, el grueso de las exportaciones de América Latina hacia China, se concentran en seis productos (soja, minerales de cobre y de hierro, petróleo, cátodos de cobre y carne bovina) que juntos suman 72% del total.
El comercio chino en la región incluye también la compra de litio argentino, chileno, boliviano y petróleo venezolano.
Mientras tanto en “Ciudad Gótica” (EEUU), dos temas, casi como taras de política de Estado hacia Latinoamérica, no cesan de rondar las cabezas de los demócratas y republicanos: narcotráfico y migración ilegal. Una dualidad que no deja ver más allá de sus narices un mercado diverso y rico para ajustar acuerdos comerciales con esta parte del mundo.
Tal parece que la única que la tiene clara es la general Laura Richardson, jefa del Comando Sur de Estados Unidos que, en reiteradas oportunidades, advirtió que “China continúa expandiendo su influencia económica, diplomática, tecnológica, informativa y militar en América Latina y el Caribe".
Mr Orange, que se alista para jurar como presidente de Estado Unidos el próximo 20 de enero de 2025, con seguridad ahondará más las diferencias con Latinoamérica.
Ya lo hizo durante su primer mandato, ahora, lo refrendará con creces.
¿Cómo lo hará? Seguramente con efectos indirectos que tienen que ver con el precio de los commodities, el dólar y la tensa situación política y económica que se mantiene entre China y Estados Unidos.
¿Por qué Latinoamérica no es prioridad para los gobiernos, republicano y demócrata de EEUU? Sencillamente porque casi siempre, EEUU, estuvo y está involucrado en hechos beligerantes, de una manera directa o indirecta. Eso, sumado a otros intereses geopolíticos y económicos, hacen que la relación con América Latina se presente poco atractivo políticamente y abierto a un comercio multilateral.
Ahora mismo, los mayores desafíos de Trump están fijados en la guerra en Ucrania, el conflicto en Medio Oriente, incremento de aranceles a ciertos países de Europa, y la siempre tensa relación con China, Rusia y Corea del Norte.
Mientras tanto, a China le interesa un poroto la suma de países que converjan en su política interna y externa, velos que mimetizan temas pendientes como derechos humanos, libertad y democracia. Con Latinoamérica se siente a gusto y facturando a plenitud.
En la China, de altas contradicciones sociales y económicas, cohabitan problemáticas irresueltas que se postergan, como la censura, control social, represión, persecución, libertad de expresión y derecho a pensar diferente.
¿Estos detallitos, le interesan a Latinoamérica? ¡Pamplinas!
El autor es comunicador social