No me siento orgulloso por la victoria del señor Garibay en México. La verdad es que no entiendo bien la lógica de dicho “orgullo”, sentimiento que algunos compatriotas dicen sentir.
Tengo la impresión de que ese resultado es producto del trabajo personal de este gran maratonista, no de una especie de esfuerzo colectivo.
De hecho, diría que el señor Garibay ganó a pesar de nuestra sociedad, no gracias a ella. No creo que nos deba nada.
Eso sí, siento mucha admiración por su dedicación y trabajo constante. Apenas puedo imaginar todo lo que sacrificó para llegar a ese nivel de excelencia.
En una cultura, como la nuestra, orgullosa de sus borracheras colectivas y sus rituales primitivos, resulta inspirador encontrar a alguien que ha logrado escapar del peso de la tradición y del atraso.
Inspiración... ese sentimiento me gusta más, antes que el superficial orgullo. Me lleva a pensar que, con esfuerzo y sacrificio, puedo alcanzar cualquier victoria.
En ese sentido, señor, señora, siéntase menos orgulloso por el ejemplo de Garibay.
Más bien intente inspirarse en el deportista y apunte a una victoria personal, por muy pequeña que sea (no sé, deje esa tucumana grasienta de las mañanas, o esa hamburguesa-basura de las noches, y póngase a trotar).
Ojalá el ejemplo de Garibay inspire a quienes lo necesitan.