Este año, en septiembre, Chile y el mundo recordarán el 50 aniversario del golpe de Augusto Pinochet. Al mismo tiempo, el país tendrá posiblemente una nueva Constitución que deje atrás la aprobada en la dictadura militar. Al menos, ese es el plan.
Sin embargo, dicha Constitución no será una orientada a refundar Chile. Al contrario. El pacto social quedará renovado sobre la base de una tradición nacional que puede hoy considerarse de derecha. El pasado domingo, Chile ha enterrado a Allende, no a Pinochet.
El 7 de mayo de 2023 quedará como el día en el que Chile puso punto final al llamado estallido social previo a la pandemia, el día en el que una nueva derecha, encabezada por José Antonio Kast, superó la barrera de los 3 millones de votos y se convirtió en la primera fuerza política del país. Es la segunda vez que el gobierno de Boric sufre un golpe certero.
El Partido Republicano es mayoría clara en el nuevo consejo constituyente que tiene la misión de redactar la Carta Magna hasta octubre. Veintidós de los 50 consejeros responden a la nueva derecha. Ellos, junto a la derecha tradicional (RN y UDI, Chile Seguro), son mayoría plena. Serán los redactores.
En la otra orilla, la nueva y la vieja izquierda serán meras espectadoras, incluidos los seguidores de Boric.
Usamos el término nueva y no ultraderecha porque ya Chile empezó a cuestionar la denominación “extrema” para los seguidores de Kast. La nueva derecha es la renovación del viejo pinochetismo de Piñera. La cara renovada. No es fascismo, no lo es.
En Chile quedó claro que el ultrismo plurinacional topó con un límite. La gente está cansada de refundaciones, quiere, como dijo Kast, que impere el llamado “sentido común”, que vuelva la seguridad y la prosperidad.
En Chile, se produjo el primer revés profundo de la izquierda en América Latina. Por eso, este 50 aniversario del golpe será muy diferente del que se esperaba.