Es la cédula de identidad de un ajuste estructural que tenía un nombre mucho más largo, pero el país ha decidido llamarlo simplemente 21060.
Llegó precedido de un mensaje dramático: “Bolivia se nos muere”, pronunciado hace casi 40 años por Víctor Paz Estenssoro, que había decidido hacer su propia Perestroika del MNR.
Tuvo que despedir a todos los supernumerarios contratados por la empresa estatal que él mismo había creado, en su faceta de revolucionario, cuando nacionalizó las minas de estaño, 30 años antes.
Como demostración silenciosa pero contundente del tamaño de la reforma que traía esta vez, llegó acompañado de un minero privado, que había de ser su ministro de planeamiento.
La confianza que generaron sus duras medidas de ajuste provocó la llegada de empresas extranjeras que habrían de encontrar los yacimientos de gas y petróleo para la Bolivia que todavía respiraba.
La sucesión de actividades económicas que sustentaron la economía del país había encontrado un tercer elemento: plata, estaño y ahora el gas. Se llegó a hablar de la Bolivia saudí por las reservas que contenían los yacimientos descubiertos.
Ya sabemos lo que pasó con esos yacimientos: fueron nacionalizados de manera engañosa y luego sobreexplotados, hasta reventarlos, por un gobierno que tenía otro proyecto muy diferente a las materias primas.
La coca, que había acompañado a los pobres mitayos en Potosí desde 1545, tenía un elemento secreto que fue desentrañado en 1861, lo que la llevó a codearse con las narices más refinadas del mundo.
Por un error que todavía no ha sido corregido, ese producto fue proscrito en el mundo, junto con otros, lo que dio lugar a una nueva burguesía, la de quienes lo venden, una burguesía ilegal que ahora juega a la política.
En 1985, aquella narcoburguesía todavía no era tan fuerte. No ofrecía una muy tentadora alternativa a los bolivianos, como lo hace ahora.
Cuando Bolivia otra vez se nos muere, la tarea de quienes se propongan salvarla será mucho más difícil que la usada por el Gorbachov boliviano.
La narcoburguesía tiene aliados en el exterior, que conforman la Transnacional del Crimen Organizado. Y ahora ha entregado el país a una forma de neocolonialismo, que le obliga a ceder todo a China, Rusia e Irán.
Muy difícil, de veras, la tarea de quienes vengan a salvar a Bolivia esta vez. Hay desafíos de geopolítica internacional detrás del plan de quienes quieren destruir el país.
El autor es periodista