En aquella tarea, en la mayor parte de los casos un tanto mecánica y dicotómica, de buscar causas y responsables del mayor ecocidio y desastre ecológico producido en Bolivia, hay muchos puntos de vista.
En mi anterior columna, había adjudicado esa ignominiosa responsabilidad al expresidente Morales, al régimen y su partido. Los datos son elocuentes. Con el discurso del “vivir bien” se convirtieron en los más perversos depredadores de la Madre Tierra.
Fuera de esta perspectiva, ante el mayor crimen cometido contra el medio ambiente, hay varias posturas. Por ejemplo, en el territorio “progre”, es decir, en la izquierda moderna latinoamericana que irrumpe junto al socialismo del siglo XXI, estos incendios tienen origen en la desmedida ambición capitalista, dentro el sistema económico mundial.
En ese sentido, de acuerdo a su “matriz” de pensamiento, el capitalismo global estaría detrás de estos incendios. Las dinámicas del capitalismo global requieren cada vez más tierras para cultivo. Y la única manera, hoy, de ampliar las áreas de cultivo es quemando los bosques tropicales.
En esa visión, el capitalismo global y el capital transnacional impulsan la deforestación de grandes áreas del bosque tropical. Los actores privados locales, a su vez, impulsan también, junto con el gobierno, la expansión de la frontera agrícola, y, el “único” camino es el incendio y la deforestación. Ahí están los pequeños, medianos y grandes terratenientes, ávidos de más tierras para cultivos, para atender la demanda global de productos agrícolas, como la soya y sus derivados
La demanda global de carne también requiere de más bosques deforestados para la ganadería. Las empresas multinacionales procuran más tierras agrícolas y es, precisamente, en los países tropicales, donde hay disponibilidad de grandes extensiones de tierra. Sin embargo, todavía, en calidad de bosque.
En ese sentido, para los “progres” este crimen, que podría catalogarse de lesa humanidad, ha sido promovido por esas fuerzas incontenibles del capital y el mercado. Según esa “matriz” de ideas, los gobernantes no tendrían ninguna responsabilidad. La interpretación es, sin duda, excesivamente dogmática.
A su vez, otras interpretaciones “progres” atribuyen estos incendios a los “Interculturales”. Ese híbrido “movimiento social” nucleado en la Confederación Sindical de Comunidades Interculturales de Bolivia (CSCIB). Tienen un enorme peso en el régimen, como principales aliados corporativos. Además, son fundadores como organización matriz del “instrumento político”. Sus dirigentes “comandan” algunas instituciones estatales vinculadas a la agricultura y tierras. Un informe de la Fundación Tierra da cuenta que en los últimos años lograron titular para sus afiliados cerca de 25 millones de hectáreas, que significa el 28% del total de tierras saneadas por el INRA. También tienen mucha tuición, en función de las cuotas de poder, en el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras.
En términos de tamaño, influencia y poder, esta organización tiene 2,5 millones de afiliados, organizados en federaciones y sindicatos. Compiten por la hegemonía al interior del MAS con la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB).
Ahora bien, como “movimiento social” aliado al gobierno, están procurando siempre “adjudicarse” la mayor cantidad de tierras. Creando nuevas comunidades y nuevos sindicatos Para ellos, está claro, que las tierras disponibles no deben terminar en manos de agroindustriales o el capital extranjero. Con más tierras quieren pasar de la agricultura de subsistencia, a una actividad agrícola capitalista, aún con mono cultivos.
Según estas interpretaciones, tanto el capital privado agroindustrial como los interculturales serían los principales responsables del mayor desastre ecológico.
Se olvidan, sin embargo, del papel del Estado. Claro, como el Estado está en manos de “izquierdistas”, la culpa tendrá siempre el capital. Se olvidan del papel central del Estado en la protección de la Madre Tierra. Si realmente, como dicen en su discurso, ser defensores de la naturaleza jamás habrían propiciado este escenario apocalíptico. Para eso está el Estado, para protegernos de todas las maldades del hombre, entre ellos, de los depredadores y ecocidas.
¿Pero qué sucede cuando el Estado, más bien, propicia la acción de estos depredadores con sus disposiciones y “leyes incendiarias”?
En ese sentido, más allá de otras interpretaciones, reafirmo que los responsables de este terrible crimen medioambiental son Evo Morales, su partido y el régimen, al que todavía muchos “progres” apoyan. Su miopía dogmática les impide ver que, más allá de esas lógicas del mercado y el capitalismo global, están los gobernantes.
Lo que han hecho con los bosques y la fauna en estos territorios que albergan a la mayor diversidad biológica del mundo no tiene perdón. Deberían ser juzgados por crímenes de lesa humanidad.
Han arrasado con la vida, dejando humo y fuego. Como duele la piel al ver semejante crueldad con el medio ambiente y millones de animales. Causa mucho espanto y profundo dolor en el alma.
En esta gran impotencia, frente al infierno que han provocado solo resta decir, apelando a Schopenhauer, que “El hombre ha hecho de la tierra un infierno para los animales”.
Y, los “progres”, no dicen nada. No son de izquierda, son sinvergüenzas.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón