“Nunca vi un proceso electoral con tantas trabas y sin seguridad jurídica”. Con estas palabras, el vicepresidente del Tribunal Supremo Electoral (TSE), Francisco Vargas, de Bolivia, describía el pasado martes el caos que rodea las elecciones judiciales previstas para fin de año. Estos comicios estaban originalmente programados para 2023 pensando en que el relevo de autoridades judiciales ocurriera el primer día de 2024.
IGNACIO VERA DE RADA
Bolivia, en un impulso sentimental, vive narrándose a ella misma el relato de que es una democracia, tal vez porque quiere autoconvencerse de que efectivamente la es y no quiere admitir una realidad distinta (y dolorosa): la de que no la es. Me acuerdo que en el colegio —sin despertarnos la reflexión crítica de la historia ni enseñarnos lo que significa un sistema democrático en la actualidad— nos decían que el 10 de octubre de 1982 Bolivia había retornado a la democracia.
Bolivia, en un impulso sentimental, vive narrándose a ella misma el relato de que es una democracia, tal vez porque quiere autoconvencerse de que efectivamente la es y no quiere admitir una realidad distinta (y dolorosa): la de que no la es. Me acuerdo que en el colegio —sin despertarnos la reflexión crítica de la historia ni enseñarnos lo que significa un sistema democrático en la actualidad— nos decían que el 10 de octubre de 1982 Bolivia había retornado a la democracia.
Nadie, en un breve parpadeo de lucidez, podrá negar que, en el disimulo del discurso nuestros actos y conductas incidieron más negativa que positivamente en un ya malogrado medio ambiente, por tal razón, la única jugada —al final del partido— parece ser el cambio de timón de un barco destinado al naufragio.
Nadie, en un breve parpadeo de lucidez, podrá negar que, en el disimulo del discurso nuestros actos y conductas incidieron más negativa que positivamente en un ya malogrado medio ambiente, por tal razón, la única jugada —al final del partido— parece ser el cambio de timón de un barco destinado al naufragio.
GABRIELA CANEDO VÁSQUEZ
En una conferencia, la feminista, política y antropóloga Marcela Lagarde, quien acuñó el término feminicidio para nombrar los asesinatos de las mujeres por su condición de género, sostiene que para terminar con la violencia hacia las mujeres se debe cambiar las estructuras del mundo, esas que forjan los sujetos y objetos de ese mundo. Esas estructuras producen un ordenamiento social desigual, puesto que, en razón de género, los varones quedan en una mejor posición respecto a las mujeres.
En una conferencia, la feminista, política y antropóloga Marcela Lagarde, quien acuñó el término feminicidio para nombrar los asesinatos de las mujeres por su condición de género, sostiene que para terminar con la violencia hacia las mujeres se debe cambiar las estructuras del mundo, esas que forjan los sujetos y objetos de ese mundo. Esas estructuras producen un ordenamiento social desigual, puesto que, en razón de género, los varones quedan en una mejor posición respecto a las mujeres.
EDGAR CADIMA G.
La izquierda nunca ha sido un todo homogéneo, ni su pensamiento se ha mantenido “congelado” frente al desarrollo de las luchas políticas y sociales (sin contar a corrientes ortodoxas trotskistas o las totalitarias de populismo estatal con barniz de izquierda).
La izquierda nunca ha sido un todo homogéneo, ni su pensamiento se ha mantenido “congelado” frente al desarrollo de las luchas políticas y sociales (sin contar a corrientes ortodoxas trotskistas o las totalitarias de populismo estatal con barniz de izquierda).