Q ue los avances tecnológicos han influido siempre en el desarrollo de la ciencia en general, de la medicina, en particular, no es una novedad. Desde la invención de los rayos X hasta los últimos desarrollos biotecnológicos, la incorporación de tecnología de punta ha ido en aumento hasta ser un factor clave para la salud y la vida humana.
Este escenario no es la excepción en el sector de los laboratorios clínicos. De hecho, sin el factor tecnológico sería imposible realizar la mayoría de las pruebas que se hacen hoy. Sin embargo, en Bolivia existen pocos laboratorios clínicos privados que cuentan con la tecnología de última generación que permite obtener resultados altamente precisos; por ejemplo, en los estudios de oncohematología o infectología, en los cuales, más allá del factor de curación, los estudios clínicos cumplen un papel extremadamente relevante en el diagnóstico y prevención de infecciones intrahospitalarias, que —si hablamos de datos— tienen una incidencia de muerte de hasta un 50% en quienes las adquieren, según datos de la Organización Panamericana de las Salud (OPS).
Además de la precisión en los resultados, estas tecnologías de avanzada permiten ampliar el menú de pruebas disponibles (se puede llegar a más de 600) e incrementar notablemente la velocidad en su realización. Por ejemplo, hoy, gracias a una manipulación completamente automatizada, se puede generar un antibiograma básico en horas; algo que con los equipos convencionales puede demorar hasta siete días. Finalmente, estos equipos mejoran la sensibilidad y especificidad de cada prueba.
Lógicamente, todos estos factores influyen en una mejora en la calidad del diagnóstico médico, un incremento en los indicadores de detección temprana y prevención de la enfermedad y —lo más importante— contribuyen a la mejora de las condiciones de salud de la población. Así de importante es la tecnología en estos servicios.
Sin embargo, nuestro país sufre un déficit en la adopción de estos nuevos estándares, lo que, en gran medida, incide en la calidad de los resultados y precisión que necesitan los médicos para un correcto diagnóstico.
Por un lado, el alto costo del equipamiento es una limitante en mercados pequeños como el boliviano. Sin duda, en otro contexto regulatorio, los laboratorios que cuentan con esa tecnología podrían implementar circuitos optimizados de toma de muestras, procesamiento y reporte de las mismas, lo que permitiría rentabilizar sus importantes inversiones. Pero, por el momento, la obligatoriedad de procesar las muestras en el mismo lugar físico donde fueron obtenidas frena la capacidad potencial de los equipos.
En este sentido, la iniciativa privada y su capacidad de inversión e innovación debe constituirse en aliada de las labores de Estado en tanto garante de la salud pública. Las autoridades del sector son las llamadas a revisar las pautas regulatorias para democratizar el acceso de la población en general a prestaciones de calidad, debiendo permitir al sector privado la generación de una logística de alcance nacional, que cree las condiciones para la adquisición de tecnologías que, literalmente, salvan vidas.
Es imprescindible que el desarrollo del sector de la salud en Bolivia ingrese a una lógica de modernización, priorizando la vida de las personas. La modificación de pocas pautas regulatorias puede tener una incidencia extremadamente positiva, ya que los estándares de estos servicios se verían elevados en cuanto a precisión, especificidad, sensibilidad y calidad de los reportes al poder acceder al uso de equipos de última tecnología.
El momento para tomar acción es ahora; la salud no espera.