Ante el avance indiscriminado de la urbanización surge un nuevo debate vinculado con la necesidad de precisar si este proceso de crecimiento en la ciudad debe inclinarse a ser intensivo o extensivo.
En el primero caso se trata de la posibilidad de densificar (aprovechar el suelo urbano de una forma más eficiente, concentrando actividades y ciudadanos, N. del E.) en propiedad horizontal promoviendo para su efecto edificaciones en altura.
La segunda opción persigue inferir horizontalmente la expansión del territorio, modificando el uso del suelo en beneficio del avance urbano y alterando la espacialidad existente.
Ambas alternativas sin planificación constituyen un problema, tanto por saturar zonas destinadas al crecimiento vertical con bajos criterios de organización rebasando la capacidad de resistencia del suelo; incrementando el uso del espacio público; transformando ecosistemas; colapsando vías vehiculares; incrementando excesivamente el consumo de servicios, como por la ausencia de procesos racionales de expansión, haciendo que el avance urbano se materialice de manera difusa y sin atender el ejercicio de los derechos básicos de uso de la ciudad.
El crecimiento espontáneo por una parte permite la ampliación de una periferia dispersa y expandida; y por otra, en gran medida promueve la generación vertical de áreas altamente densificadas en sectores centrales con el argumento de mayor seguridad y posibilidades de sustentabilidad. Sin embargo, la concentración de población en menor superficie versus la probabilidad de localización e implementación de grandes equipamientos urbanos, aún no escapa a las actuales condiciones de compacidad (relación entre el volumen total edificado y la superficie de suelo total en una determinada área urbana) e hipercentralidad, y, por tanto, generadora de amplia movilidad urbana.
A la fecha, la falta de planificación integral y el insuficiente compromiso institucional no satisfacen la habitabilidad urbana, aunque la generación (aunque baja) de espacios públicos y zonas verdes, y el manejo de los commodities, como activos subyacentes, otorgan ventaja competitiva a las edificaciones y su aporte en los aspectos financieros. No obstante, se deben pensar en beneficios más sociales y humanos en el sentido de dotar condiciones de accesibilidad y derecho a la ciudad.
Ante la ausencia de planes que regulen la ampliación del suelo urbano y de instrumentos de planificación que normen el crecimiento intensivo para la determinación de alturas en las edificaciones verticales, estos aspectos están determinados por un mercado avasallador y las decisiones del desarrollo inmobiliario y sus agentes, que influyen en la escasez de áreas verdes, lo que impide —por la altura de las construcciones— la llegada eficiente de luz, transformando drásticamente el sistema ecológico de ciertos sectores.
A la imperiosa necesidad de sectorizar la ciudad para establecer alturas variables en función de las verdaderas necesidades de densificación, se suma la urgencia de preservar barrios icónicos, culturales e históricos para no alterar su identidad y mantener culturas ancestrales, materiales originales y una morfología acorde a una época que no requiere ser transformada.
Los resultados emergentes de la falta de planificación en estos procesos acentúan, en la modernidad urbana, problemáticas históricas como la exclusión, la marginalidad y la pobreza; así como los efectos suscitados por el cambio climático, revelando daños ecosistémicos y sobregiros ecológicos por la sobreutilización del suelo, asentamientos y sobrecargas de estructuras que, en el corto plazo pueden pasar factura a toda la sociedad maximizando potenciales riesgos actualmente mitigados.
Por ello, las estrategias de acción exigen un fuerte trabajo de planificación y gestión especializada mediante el diseño de instrumentos operativos públicos capaces de establecer prevenciones en el proceso integral de desarrollo, como planes estructurales de ordenamiento territorial inscritos en programas urbanísticos de recomposición de la ciudad, condición sine qua non para no recaer en un desarrollismo de beneficio sectorial.
Este instrumento fundamental para el desarrollo de escenarios de reconstrucción urbana, facilita la comprensión de la problemática que produce el crecimiento expansivo y especulativo, además permite asimilar el carácter normativo interno de nuevas formalidades, y también el externo, en términos de cumplir con los compromisos gubernamentales asumidos en los encuentros internacionales.
El discurso de la academia en este sentido es ampliamente reflexivo, imparcial y conciliador; sin embargo, lamentablemente no es determinante. Las soluciones debatidas teóricamente podrían encarar el tratamiento conveniente de un espacio urbano sustentable, así como la mejora del actual déficit habitacional; la posibilidad de habitar armónicamente los modernos y lujosos conventillos, atiborrados de vecindad, mejorando ostensiblemente la convivencia comunitaria. Solo procesos participativos que enfrenten una realidad latente podrán ser la base de un debate conciliador multiactoral para enfrentar el desarrollo humano de la ciudad.
El autor, PH.D., es investigador del Ceplag – UMSS, mkquiroga@gmail.com