“Ni en sueños imaginé que yo pudiera llegar a la presidencia”, dice la exmandataria transitoria en su libro Jeanine, de puño y letra. ¿Por qué llegó al poder? ¿Cómo lo hizo? ¿Es prisionera política?
En noviembre de 2019, la correlación de fuerzas estaba a su favor o, mejor dicho, a favor de estructuras de poder que la utilizaron por su posición como segunda vicepresidenta de la Cámara de Senadores. El libro de Jeanine Áñez esclarece una circunstancia que necesariamente debía ser contada en sus propias palabras, gracias a ello, responder las interrogantes resultará más sencillo.
¿Por qué llegó al poder? El informe preliminar que emitió la OEA (Organización de los Estados Americanos) producto de la auditoría a los comicios de octubre de 2019, concluyó: “Las manipulaciones al sistema informático son de tal magnitud que el Estado boliviano debe investigarlas profundamente para llegar al fondo y asignar responsabilidades en este caso grave”. Jeanine Áñez se retiraba de la política, pues dice “en el año 2019, yo ya estaba de salida”; pero su destino cambió cuando el Gobierno de Evo Morales perpetró un fraude electoral buscando un cuarto mandato.
Entonces el cúmulo de violaciones sistemáticas a la Constitución había llegado a su fin, Morales renunció, ordenando que toda la línea sucesoria masista también lo haga para generar un vacío de autoridad. Sin embargo, siguiendo la línea constitucional y en mérito al principio de continuidad, según el cual el funcionamiento del Órgano Ejecutivo de forma integral no debe verse suspendido, conforme estableció el Tribunal Constitucional Plurinacional —y que posteriormente fue respaldado por diversos analistas, entre ellos, el vocero presidencial del actual Gobierno, Jorge Richter— es que Áñez asumió la presidencia.
¿Cómo lo hizo? “Definitivamente, yo tenía el gobierno, pero no tenía el poder”, dice la exmandataria. Le preguntaron por teléfono si quería ser presidenta, ya que no era la única opción. Cuenta que, las representantes del MAS, Adriana Salvatierra y Susana Rivero, le plantearon al senador Oscar Ortiz, asumir la presidencia del Senado haciendo una nueva elección en dicha cámara, para quedar en la línea de sucesión y así asumir la presidencia del país. Y que también le habrían propuesto al senador Víctor Hugo Zamora que asuma como presidente de transición, dado su cargo de segundo secretario del Senado.
Lo cierto es que la designación de Áñez y las decisiones más relevantes de su gestión fueron dirigidas por estructuras de poder políticas y económicas fuertemente arraigadas en el país. “A varios ministros, recién los conocí el día de su posesión”, declara, pues fueron impuestos por el Comité Cívico Pro Santa Cruz, sectores empresariales y diversos movimientos sociales. Por ejemplo, designó a Mauricio Ordoñez como ministro de Desarrollo Rural y Tierras, criticado por ser militante del MAS, como producto de negociaciones entre los cívicos y diferentes sectores, para pacificar el país.
Ella no tenía el peso suficiente para que los ministros acaten sus instrucciones presidenciales, la Asamblea Legislativa boicoteó su gestión, dirigentes del MAS ordenaban bloquear caminos para convulsionar el país, e irrumpió la pandemia de Covid que paralizó la economía mundial, desvelando un sistema de salud nacional extremadamente precario y que ningún país tenía un plan de manejo para enfrentar esa crisis —escenario utilizado por todos los partidos políticos para desprestigiarla. Esos son los principales componentes fácticos que demuestran que el poder residía en diversas instituciones no necesariamente democráticas.
¿Es prisionera política? Por supuesto que sí. El 10 de junio de 2022 fue sentenciada a 10 años de prisión en el caso “Golpe de Estado II”. Desde luego que su gestión debe ser investigada, pero no mediante la vía ordinaria. Por su calidad de exmandataria, le corresponde un juicio de responsabilidades ante la Asamblea Legislativa y el Tribunal Supremo de Justicia tal como estipula la Constitución, no obstante, debido a la injerencia gubernamental en el aparato judicial, se le está negando tal derecho por una evidente razón: derrumbarían su narrativa sobre el “golpe de Estado”.
Jeanine Áñez revela una parte importante de la verdad histórica de los hechos, lo que me permite cerrar esta reflexión afirmando que, nuestra democracia es prestada, las instituciones cívicas que dicen representar al “pueblo”, en realidad son instituciones políticas que representan intereses de cúpulas dirigenciales que tranzan con el Gobierno que esté de turno para obtener cuotas de poder. En consecuencia, si continuamos siguiéndolos, no somos víctimas, somos cómplices.
El autor es abogado, egresado de maestría en Gestión de Gobierno y Políticas Públicas