Por su historia y sus particulares características, la Feria y Festival Nacional e Internacional del Charango, que comienza mañana y se realiza desde hace 40 años en Aiquile, en el cono sur de Cochabamba, es un emblema del valor que tiene para los bolivianos el folklore nacional y la tenaz persistencia de sus manifestaciones, incluso en circunstancias poco propicias, como las que vivía el país el año de su lanzamiento.
En efecto, ese festival tuvo lugar por primera vez los primeros días de noviembre de 1984, cuando el país vivía el peor momento de la “progresiva desintegración” de su economía, cuya “manifestación más importante” fue “el episodio hiperinflacionario de abril de 1984 a agosto de 1985”, periodo en el que “los precios aumentaron 625 veces” debido a una tasa de inflación promedio de 1.281,3%, según refiere el economista Juan Antonio Morales en un documento de trabajo titulado “Crisis y Política Económica en Bolivia de 1982 a 1985”.
En esas duras circunstancias “un grupo de jóvenes aiquileños tuvo la idea de realizar un evento para poder demostrar la habilidad de los charanguistas y los constructores de charangos, además de darle el reconocimiento al instrumento como patrimonio de Bolivia”, señala Grace Valeria Antezana, en su tesis de grado de la carrera de Turismo de la Universidad Mayor de San Andrés.
Aunque hoy estamos lejos de las circunstancias hiperinflacionarias de hace 40 años, el país vive los inconvenientes de la falta de abastecimiento de combustibles y hace solo dos semanas soportaba los efectos de varios bloqueos viales motivados por intereses político-partidarios.
Eso no impidió que los organizadores del Cuadragésimo Festival Internacional del Charango de Aiquile persistan en su propósito de realizarlo, con el mismo empeño de quienes lo iniciaron, aunque tuvieron que postergarlo dos.
Además de esa sólida voluntad que tienen los Aiquileños para realizar cada año, sin interrupciones, ese evento cultural, el más importante que celebra esa ciudad secundaria, hay otra particularidad que característica a ese evento: no hay premios pecuniarios para los ganadores de los concursos que tienen lugar en el marco del festival.
¿Qué motiva entonces a los participantes? “Los festivales (del Charango) de Aiquile promueven mucho a los nuevos talentos”, afirma Donato Espinoza uno de los más destacados charanguistas contemporáneos del país.
Él tiene autoridad para afirmarlo, pues participó en la primera versión del Festival y ganó el “Charango de Oro”, el primer premio, eso lo impulsó a iniciar su carrera de charanguista y animarse a viajar para mostrar su arte en el extranjero.
La Feria y Festival Nacional e Internacional del Charango de Aiquile, como se denomina de manera oficial, está declarada por ley Patrimonio Oral e Intangible de Bolivia.
Después de 20 meses de iniciado, el proceso para la realización de las elecciones judiciales parece encaminarse a su fin en una modalidad ajena a lo prescrito en la Constitución Política del Estado (CPE).
Esa distorsión, la larga lista de peripecias que ha vencido este trámite y, sobre todo, la deteriorada confianza que inspira en los bolivianos la administración de justicia nacional, plantean la necesidad de un serio cuestionamiento al sistema judicial vigente en el país.
Por su historia y sus particulares características, la Feria y Festival Nacional e Internacional del Charango, que comienza mañana y se realiza desde hace 40 años en Aiquile, en el cono sur de Cochabamba, es un emblema del valor que tiene para los bolivianos el folklore nacional y la tenaz persistencia de sus manifestaciones, incluso en circunstancias poco propicias, como las que vivía el país el año de su lanzamiento.
En un tiempo en que las amenazas contra la naturaleza se han incrementado, la labor de los guardaparques es fundamental para conservar los 22 parques nacionales que existen en Bolivia y cuyas fauna y flora sitúan al país entre uno de los más de mayor biodiversidad del mundo.
Por primera vez en cuatro meses, Santa Cruz amaneció el pasado 4 de noviembre sin incendios. El infierno que arrasó al menos siete millones de hectáreas en ese departamento, cerca de 10 en todo el país, este año acabó.
El conflicto entre órganos del Estado acerca de la realización de las elecciones judiciales y el indignante arranque de violencia que se produjo en la Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) en la inauguración de su última legislatura parecen no afectar sobremanera a los bolivianos que cada día deben adaptarse a las cotingencias de las carencias, de dólares, de combustible.
Los potosinos celebran pasado mañana, domingo 10 de noviembre, la efeméride cívica de su departamento que conmemora en esa fecha la insurrección que hace 214 años protagonizaran sus ancestros contra la corona española para sumarse al movimiento que desde Buenos Aires proclamaba la ruptura de los vínculos que hasta entonces los unían al Virreinato de Lima.
Con el avance de los trabajos de construcción de su Línea Amarilla, el Tren Metropolitana de Cochabamba está en vías de consolidarse como una opción conveniente para el transporte de pasajeros.
Tuvieron que vencerse muchas peripecias, todas resultantes de la oposición ciudadana, antes de que se defina el trazo de esa línea y se inicie su implementación, aunque con un alcance distinto del que tenía al principio pues no llegará hasta Sacaba.
Los perjuicios ocasionados en estas más de tres semanas de bloqueos de carreteras y actos de violencia ejecutados por organizaciones afines al ala evista del Movimiento al Socialismo (MAS) no solo agravan la situación económica que atravesamos.
Aunque los bolivianos vivimos la evolución de una crisis política que agrava la situación económica y no parece tener perspectivas de un desenlace rápido, el mundo está pendiente de la jornada final de las elecciones en EEUU, cuyo resultado es tan incierto como trascendental.
Así lo muestra la prensa internacional, reflejando el final de varios meses de una campaña electoral atípica, marcada por la desinformación, la agresividad del expresidente candidato y la división del electorado.
En Bolivia, como en otros países de fuerte tradición católica, la doble identidad que con los años ha ido adquiriendo la fiesta de Todos los Santos o Halloween, según la versión con la que uno se sienta más identificado o menos indiferente, llega acompañada de una polémica sobre la que vale la pena reflexionar.