En repetidas oportunidades he expresado mi opinión respecto a que los prolongados subsidios a los energéticos acaban siendo desmesuradamente perversos. Sucesivos gobiernos de todo el planeta y en especial de la región, mayormente de corte populista, han instaurado y/o conservado prolongados subsidios, algunas veces con muy sensibles y nobles intenciones, pero las más de las veces en mero afán de votos y de tratar de mantenerse en el poder.
Los subsidios prolongados a los energéticos pasan factura tarde o temprano y lo hacen especialmente cuando los precios del petróleo, gas y de la energía, en su conjunto, están elevados en el contexto internacional.
Sólo debemos analizar la reciente medida en Cuba, donde los precios de los combustibles han debido subir en 500%, dando un garrotazo final al empobrecido pueblo cubano que ya ha sufrido desabastecimientos por décadas.
También pasan factura cuando se transita de país productor de petróleo, gas y energía eléctrica a un neto importador. Esto a consecuencia de no poder reponer costos en toda la cadena productiva para mantener los servicios. Tal cual le ocurrió a Argentina por casi dos décadas, situación que le está costando revertir, a pesar de contar con el prolijo shale de Vaca Muerta.
Ahora parece que le llegó el turno a Bolivia, que está transitando a ser un país neto importador de energía, por no haber realizado reformas para reponer reservas de gas, condensado y petróleo oportunamente.
Muy en breve tendrá que importar GLP y, como he manifestado, hacia el 2028/2029, gas natural, y es posible que energía eléctrica en algún momento, muy probablemente de Argentina.
La poca disponibilidad observada de dólares, sin ninguna duda, tiene como base el tener que importar entre 2.000 y 3.000 millones de dólares entre gasolina y diésel oíl, en los dos últimos años, y que irá en aumento año a año.
Lo que empeora la situación aún más es mantener un subsidio cercano al 60%.
Los subsidios prolongados a la energía deterioran las economías de los países, que ven desangrar sus arcas, las empresas estatales colapsan, el déficit fiscal se eleva como espuma, los desabastecimientos se dan cada vez con mayor frecuencia y los dólares se evaporan de los Bancos Centrales.
Cuando toca realizar ajustes y levantar subsidios, los ciudadanos y los empresarios no están preparados para recibirlos de golpe y se producen crisis sociales, políticas e institucionales muy profundas.
Los subsidios prolongados a los energéticos también fomentan ineficiencia y pérdida de competitividad en el largo plazo. Cuando se mantienen artificialmente precios bajos, nadie valora, se derrocha y el consumo de energía es desmesurado.
No hay señal para tomar la eficiencia energética con tecnología y seriedad, y la dilapidación es el derrotero. Como decía un adagio argentino, “abran la ventana, che, que está muy caliente acá”, cuando la calefacción se realizaba con precios irrisorios de gas natural.
Otro asunto es que los que más se favorecen de los subsidios, son los adinerados y acaudalados. Las familias con dos, tres o más vehículos, los que viajan constantemente, los que tienen piscinas calefaccionadas y muchos otros placeres de alto consumo energético.
Por ende, el que menos tiene, el que anda a pie, en bus, en metro, que mora en una humilde habitación, termina subsidiando al que más recursos económicos tiene.
Fuertes subsidios a la energía por prolongados periodos también llevan a desabastecimientos, como son los casos crónicos de Cuba, Venezuela y Argentina y muy recientemente en Bolivia.
Se ahuyentan inversiones en generación de energía eléctrica y exploración de hidrocarburos, no se remuneran adecuadamente las tarifas y/o precios de transporte y distribución de los energéticos, y los servicios se deterioran.
Mientras más elevado y prolongado el subsidio, se fomenta el contrabando a los países vecinos que practican precios internacionales de mercado. Se forman mafias y los controles jamás funcionan porque hay una excelente ganancia en el comercio ilegal.
Finalmente, tampoco permite el ingreso en competencia de nuevas y eficientes tecnologías de energías alternativas, como es el caso ahora de la energía solar y/o eólica.
Muchos agudos estudiosos populistas aducen que sostener precios de energía subsidiados, son alicientes para el desarrollo, crecimiento económico y mantener una baja inflación. Esto no es cierto.
Países como Brasil, Chile, Perú, Paraguay, Uruguay, Costa Rica y otros, que no practican ni han practicado prolongados subsidios, han liderado y siguen liderando crecimiento económico, así como mayor estabilidad económica y social en la región.
Sus ciudadanos y empresarios se han tornado competitivos, acostumbrado y adecuado a las fluctuaciones de los precios de la energía.
Los subsidios son necesarios por alguna emergencia o necesidad temporal, pero no pueden mantenerse eternamente.
En algunos países se practica la focalización de los subsidios a los más vulnerables. De preferencia estos subsidios focalizados deben ser en dinero y no en especie, porque rápidamente se fomenta el mercado negro
Por ejemplo, en el caso del gas licuado del petróleo, se puede entregar el equivalente de un consumo mensual a domicilios que tengan escaso consumo de energía eléctrica o algún otro medidor de segmento social.