Tuvieron que pasar 100 días de gestión para que, por fin, la canciller Celinda Sosa Lunda hablara sobre la política exterior y, en particular, sobre el que fuera el objetivo más importante de la historia diplomática boliviana en el último siglo y medio: el tema marítimo.
Como era de esperarse, la canciller no utilizó un lenguaje diplomático, tampoco un tono académico. Lo hizo como cualquier ciudadano que exterioriza sus sentimientos sobre una causa que ha abrazado a los bolivianos desde la cuna. Habló con periodistas de modo coloquial, que no es precisamente la forma más apropiada para referirse al tema que nos ha llevado como país por diversos vericuetos, incluido el de la justicia internacional.
Una persona que ejerce la jefatura de la diplomacia no puede referirse, ni siquiera en tono hipotético a una confrontación bélica con Chile, para de inmediato, ella misma, reflexionar y decir que somos un país pacifista. Es inaceptable.
El pasado año, el presidente del Estado, Luis Arce Catacora, al cumplirse los 144 años de la Defensa de Calama, dijo: “Bolivia no dejará de proponer la necesidad de trabajar en la reivindicación marítima con Chile. El pueblo boliviano nunca renunciará a su derecho imprescriptible de una salida soberana al Pacífico. El fallo de La Haya abre esa posibilidad y como pueblos hermanos se debe trabajar para que esta herida en el Abya Yala se cierre”.
Evidentemente, Arce leyó su discurso, lo cual indica que hubo una reflexión previa sobre el tema y así tiene que ser. No lanzó la idea de una forma tan simplista. Es más, mencionó siete puntos que deberían formar parte de la “hoja de ruta” entre los dos países.
Empero, de los tres años de gestión del gobierno actual, la primera etapa con Rogelio Mayta fue de un estruendoso silencio sobre la relación bilateral con Chile. No dijo nada del tema marítimo, peor del Silala que tiene un fallo que puede permitir a Bolivia tomar algunas acciones, pero nada de eso ocurrió en la nefasta administración de Mayta.
En los tres meses que Sosa lleva como canciller, hemos visto principalmente noticias sobre su activa agenda de viajes. Si bien ha hablado en foros internacionales sobre temas como la integración ferroviaria, ha ofrecido respaldo a administraciones como Cuba y Nicaragua, y ha participado en cumbres como la de países exportadores de gas y de la Celac, sus breves declaraciones de esta semana nos han dejado entrever por dónde va el trabajo de relacionamiento bilateral con Chile.
Las expresiones de la canciller seguramente han dejado sorprendidos a diplomáticos bolivianos y chilenos porque se entiende, por sus expresiones, que se va a reponer el tema marítimo en los espacios internacionales (multilaterales), ámbito que ni Arce ni Mayta y, peor aún embajadores, han empleado. La causa marítima fue borrada por los gobernantes del MAS de foros internacionales, donde por años figuró como uno de los aspectos centrales del discurso de Bolivia. Sosa ha elogiado la solidaridad internacional, seguramente refiriéndose al pasado y que (la comunidad internacional) reconoce que los bolivianos tenemos el derecho a una salida al mar.
Seguimos de pie en la lucha (por el mar) ha dicho Sosa. Y ha vuelto a poner sobre la mesa, la “diplomacia de los pueblos” para avanzar en la reivindicación marítima, pero, más allá de la retórica, nunca se ha explicado cómo realmente opera esta diplomacia o cómo podría contribuir a resolver la centenaria reivindicación.
La sentencia de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) ha dejado claro que Chile no está legalmente obligada a negociar el tema marítimo con Bolivia. No obstante, es relevante reiterar que, en ningún momento, durante los cinco años de juicio, la CIJ ha negado el derecho histórico de Bolivia a tener acceso al mar. Y aunque la demanda boliviana fue rechazada, la CIJ ha sugerido la continuación de las negociaciones, bajo el principio internacional de la buena vecindad.
Este principio debe ser digno e inteligente y no llevado chapuceramente, al punto de apelar al buen corazón de gobernantes y pueblo de Chile como lo ha dicho la Canciller. Los bolivianos no nos merecemos estar así representados.
Si realmente el tema marítimo ha recuperado relevancia en la política exterior del país, es imperativo avanzar decididamente en esta dirección. Hasta ahora, los acercamientos han mostrado eficacia principalmente en el ámbito empresarial de ambos países, mientras que oficialmente las relaciones se han limitado mayormente a cuestiones policiales y aduaneras. Es fundamental restituir la institucionalidad en la Cancillería, pero también es crucial recuperar la cordura, el pragmatismo y, sobre todo, fomentar un diálogo abierto y constructivo, libre de atavismos.
El autor es periodista, abogado y diplomático