Eso de que Bolivia es un país mendigo sentado en un trono de oro hace referencia a la paradoja de la abundancia: los países ricos en recursos naturales, que incluso pueden tener importantes ingresos financieros, no han logrado establecer las bases para su desarrollo y siguen siendo pobres.
Pareciera que el hecho de poseer cuantiosos recursos naturales es una maldición que condena al país a la pobreza.
Sin embargo, pese a lo interiorizado que está en la mente de los bolivianos esto, la existencia de recursos naturales importantes, no necesariamente es una condición para que haya pobreza. La relación entre poseer materias primas y pobreza, sólo se da en un determinado tipo de fenómeno económico: la dependencia de la extracción de recursos naturales.
La dependencia, como fenómeno económico, puede definirse como la ausencia de otras fuentes de ingreso más allá del 50% para las arcas del Estado. Una situación que muestra la debilidad de los gobiernos para diversificar su fuente de ingresos y fortalecer los aparatos económicos complementarios al de la extracción de materias primas. Como su nombre lo dice, es dependencia, porque sin el ingreso que supone la explotación del recurso el funcionamiento del Estado y la sociedad no podría ser posible.
Así, es posible pensar que sin los ingresos del IDH y ahora del oro Bolivia no podría mantener el aparataje público de funcionarios y obras improductivas con las que genera gobernabilidad, ya que en la medida que baja el ingreso por la venta de materias primas, se experimenta una afectación considerable a la economía y a la política.
La dependencia es tal, que termina carcomiendo las otras fuentes de ingresos posibles, porque los actores en el poder se conforman con los recursos provenientes de este ingreso y no plantean escenarios diversificados, es más, muchos Estados dependientes de las de materias primas, en época de bonanza, utilizan estos recursos para incrementar el tamaño del aparato estatal.
Este agradamiento del Estado se puede traducir en una mayor cantidad de funcionarios públicos o empresas públicas improductivas, lo que puede parecer un éxito económico mientras el flujo de ingresos por la venta de materias primas es alto. El problema surge cuando hay un descenso en la producción o el valor de esas materias y el Estado ya no puede solventar sus obligaciones económicas, recurriendo a cargar impositivamente a los ciudadanos para seguir manteniendo el aparato burocrático, matando las fuentes privadas de ingreso que podían diversificar la economía, ni hablar de la corrupción o la forma en la que se administran esos recursos.
En resumen, la existencia por si de materias primas no es una condición de pobreza, hace mucho quienes administran estos recursos y el enfoque económico que tienen para generar un desarrollo a largo plazo, algo que en el país es mediocre.