Mi padre siempre me aclaró que existen tres tipos de mentiras: las grandes, las pequeñas y las estadísticas; también me explicó que para muestra basta un botón, y un día yo me di cuenta que tristemente Bolivia era un país que solía tener varias mentiras que abotonar.
Un ejemplo claro son las decenas de marchas o bloqueos que cada año atormentan al país, las que pueden verse a diestra y siniestra y calle arriba y calle abajo. Sin embargo, que esta rutina de reclamos hecha en base a petardo y proclama, ya es algo usual, llama la atención que la cantidad de personas que estas protestas convocan, varía mucho según los ojos de quien la vea, pues dependiendo del bando del que se trate, los datos reflejan sus propios intereses y conveniencias, y bien pueden engañar, mentir y manipular si así lo ven conveniente.
Cinco siglos a. C., los sofistas no dudaban en manejar la retórica según su propio interés y conveniencia, incluyendo dejar de lado la búsqueda de la verdad, la que podía adaptarse a la relatividad moral que les caracterizaba. Del mismo modo, pero en inverso sentido, muchos años después el décimo sexto presidente de los Estados Unidos, Abraham Lincoln, afirmaría: “Ningún hombre tiene suficiente memoria para tener éxito en mentir”, su aseveración era cierta y nos recordaría los límites que nos impone la moral tanto como los inevitables tropezones del engaño.
Hoy, muchos siglos después, se siguen estas prácticas por parte de los políticos de turno y los candidatos de ocasión.
Recientemente, el expresidente Evo Morales organizó una marcha hacia la capital boliviana, la caminata estuvo integrada por sus afines, que en número de aproximadamente 2.000 personas siguieron a su líder por las altiplanicies. Llama la atención, sin embargo, que, a ojos de los partidarios del líder sindical, eran más de tres millones los que arropaban las inacabables ambiciones de poder del exmandatario.
Tanta diferencia en número y dimensión se explica únicamente a los ojos de la mentira, ya que en tanto el dato que maneja Morales es una caprichosa afirmación, no pasa lo mismo con la medición bajo cálculos matemáticos que reflejan un inequívoco número que es evidentemente inferior a lo que afirma el interés político.
Otro campo de segura mentira es el que se ha instalado recientemente respecto a los apetitos sexuales del caudillo cocalero, quien, desde hace mucho, carga consigo imputaciones de pedofilia y acusaciones de inmoralidad. Juicios más o juicios menos, demandas aquí y justicia manipulada allá, no deja de ser este un tema que atormenta a Evo Morales y que deja en el camino mentira tras mentira y engaño tras engaño.
Pero las mentiras no son exclusividad de los políticos populistas, ya que son también parte esencial de los ideólogos de derecha, los que también se sienten cómodos afirmando que son los mejores candidatos y los líderes que salvarán al país, cuando en el fondo son más del mismo lote de mentiras que históricamente ha atragantado los intestinos de la nación.
Tristemente, ni siquiera la prensa escapa a los embustes, ya que, dependiendo de sus afinidades e intereses, la noticia se maquilla, magnifica o disimula.
En resumen, nadie se salva, de pronto por ello Abraham Lincoln solía afirmar: “Si quieres probar el carácter de un hombre, dale poder”.