Evo Morales está lanzado a reconquistar el poder. Para lograrlo tiene que poder presentarse como candidato. El gobierno de Luis Arce le cierra el paso negándole dicha pretensión. Por tanto, si él no puede obligar al Gobierno a hacer realidad su candidatura, tendría que forzar su cambio. No es esta una deducción hecha sobre la base de evidencia, los mismos personeros del MAS evista han pedido la renuncia de Arce.
Se dirá, se le niega a Morales dicha pretensión con justa razón, dado que la Constitución lo prohíbe, pero no seamos ingenuos. Los mismos personajes que ahora sustentan el poder apoyaron la ilegal postulación de Morales en 2019. En vano, ahora el MAS arcista se rasga las vestiduras con objeciones legales y morales a la candidatura de Morales, haciéndose al paladín de la legalidad y moralidad cuando en el pasado no tuvo escrúpulos en violar ambas bajo el mando de Morales. No es la legalidad lo que les interesa, menos conductas inmorales, sino el poder; la candidatura de Morales les quitaría votos.
Si hay algo en qué ha descollado Morales es en su capacidad de hacer ingobernable el país. La combinación de una población ciegamente leal al Comandante y la ubicación geográfica de su acción hacen posible, como en el pasado, poner en jaque al Gobierno y al país. Este accionar desemboca en enfrentamientos y pérdida de vidas. En realidad, esa es su finalidad.
El Gobierno de Arce está enfrentado por tanto con un dilema. Por un lado, para romper el estrangulamiento de los bloqueos, los recién pasados o los futuros, tendría que arriesgar el derramamiento de sangre resultante del uso de la fuerza por las FFAA.
Por otro lado, el Gobierno no puede mantener de manera indefinida una situación de desabastecimiento de comida y combustibles, de estrangulamiento de la economía y restricción de la libre circulación. Si no interviene los bloqueos, eventualmente tendría que admitir ante el país que simplemente ya no puede garantizar la paz y normalidad por lo cual tendría que dimitir. ¿Habrá un tercer camino?
Podría existir una solución al enfrentamiento actual que evite una renuncia del Gobierno o una escalada de violencia, ambos con resultados imprevisibles y probablemente funestos. Dicha solución pasaría por dirimir la lucha por el poder a través de las urnas en vez de que ésta sea impuesta por la fuerza.
Esta solución consistiría en permitir la candidatura de Morales y suspender, no anular, el, o los, procesos en su contra por estupro. Es cierto que moral y legalmente Morales estaría descalificado para ser candidato nuevamente. Pero su candidatura en este caso serviría al interés nacional.
Permitir su candidatura evitaría dañar aún más la economía y una escalada todavía mayor de precios con el consiguiente perjuicio para la población. Se evitaría la pérdida de vidas y la profundización de las divisiones sociales y geográficas que amenazaron en noviembre del 2019 con quebrar el orden constitucional. Al asegurar que no se dé un rompimiento del orden constitucional también aseguraría que se realicen elecciones en 2025.
Un nuevo Gobierno surgido de la voluntad popular tendría la legitimidad necesaria para enfrentar los problemas más urgentes que atingen al país, como ser la crítica situación económica y un poder judicial ilegitimo y fallido. Nada de esto se podrá lograr si existe un sector significativo de la población que se sentiría excluido si su Comandante no puede terciar en las próximas elecciones, por lo cual se vería impulsado —encabezado por la obsesión de poder y la sed de venganza del Comandante— a intentar destruir lo que queda del sistema democrático y de su institucionalidad.
¿Pero qué pasa si Morales gana las elecciones? Si bien no es imposible, no es probable que se dé ese resultado. Más probable es que Morales pierda, incluso en la primera vuelta. Morales ha sufrido un gran desgaste desde que huyó en noviembre de 2019. Ahora mismo, el bloqueo que realizó fue altamente impopular en las ciudades, aun en los sectores de la población que antes lo apoyaban. Esos sectores de la población no son, como en el área rural, incondicionales a Morales. Es previsible que en la medida en que responsabilice a Morales por el incremento en los precios de la canasta familiar, en esa misma medida lo abandonen a tiempo de votar, al menos en una gran proporción; ni qué decir del deterioro de su imagen a raíz de las acusaciones de estupro.
Otros dos resultados de la candidatura de Morales hacen que ésta claramente sea de interés nacional. Primero, la candidatura de Morales, al dividir el voto masista, hace más probable la derrota del MAS. Segundo, la derrota de Morales, especialmente si se da en primera vuelta, le quitaría fuerzas y legitimidad a tal punto que podría dejar de tener la capacidad de hacer ingobernable el país.
Ya en segunda vuelta es previsible que se enfrente un candidato contrario al MAS o a un candidato masista desgastado por los aumentos de precios, escasez de combustibles y dólares y, en general, el deterioro de la economía y la gestión corrupta, todo lo cual se podrá achacar a la larga gestión del MAS en cualquiera de sus versiones. En cambio, el candidato anti MAS podrá unificar en su diversidad a la oposición con la bandera de: el MAS, nunca más.